Y de la misma manera como damos por natural todo lo relacionado con lo que completa al hombre y lo sitúa en su estadio propio, también se nos hace incomprensible el hecho de que tal esencia estuviera alejada de él de manera que pudiera ser posible siquiera que un solo hombre en el transcurso de su vida no hubiera comprendido con mediana lucidez que es aquello que le faltaba para alcanzar la completitud, pues en la medida en que aquello debe ser vinculante al hombre, y en la medida en que la vida misma también lo es, ambas necesidades no pueden quedar escindidas; debe admitirse que si existe una naturaleza humana en la que sólo una serie de hechos son verdaderos, por oposición a todos los demás, no puede ésta hallarse en los recovecos más extravagantes con los que el pensamiento del hombre ha lidiado, a saber, Dios y la teología. La insoportable presencia de Dios, su áurea perfección que nos señala como seres inferiores a él, la íntima imposibilidad entre la necesidad de la libertad y la de completar tal supuesta naturaleza, haría de la existencia misma un monstruoso campo de experimentos en los que un ser asimismo monstruoso habría llenado de incompatibilidades naturales cada hueco de la vida, cada eslabón con sentido, siendo él solo un artífice que el pensamiento de la libertad no podría soportar, no querría soportar.
Es necesario y es urgente, dilapidar la conciencia moral que funciona mediante reglas universales y apriorísticas y externas a la propia investigación del existente en cuanto que existente, del hombre finito que doblega su voluntad y explota su libertad hasta el límite de sus posibilidades. Urgente romper automáticamente con estos discursos que extravían la razón ( o someterlos con ella misma, para demostrar que se puede utilizar contra la existencia de Dios el mismo recurso que el supuesto Dios nos habría donado); es más: romper con la exigencia de una moral que emerge como temor profundo hacia una divinidad terrorífica, ( todo aquel ente que amenaza la libertad del hombre es terrorífico), para alcanzar un estado de mediana felicidad, para saberse no responsable ante nadie excepto frente a uno mismo, y aún con ello exigir la demostración de esta responsabilidad… el sentido no puede quedar en manos de un destino, en el que nuestra libertad está sellada ya desde el principio, y más aún, nuestra capacidad de disfrute de las cosas, de no saberse ligado a nada y por ello mismo estar ligado a todo de una forma mucho más sincera, a saber, la que nace de lo gratuito, propia sólo del sabio y del verdadero hombre…
5 comentarios:
Hola:
Somos la asociación de estudiantes de filosofía de la Universidad de Costa Rica, y hemos agregado este blog a nuestra sección de "blogosfera filosófica".
Saludos.
David:
Si esa es la idea que tienes de Dios, entonces no me extraña que digas lo que dices. Dios no va contra la libertad ¿sabes?. De todas formas hoy es un día triste, no será precisamente de Dios de dónde proceda el ataque hacia la libertad de Jon Sobrino (teólogo de la liberación y de la misericordia) el próximo 15 de marzo.
Un cordial, aunque triste saludo.
¿A quién le importa tener una idea de Dios? A un creyente (en la teoría). A un creyente común que cree que puede librarse de una objeción con una tesis como "Dios no se opone a la libertad" y que instará a tener otra concepción.
Quien no ha sido tocado realmente por Dios, siempre habla demasiado, en tesis, de Dios. El místico calla.
En todos los sitios existen inquisidores. Tienes las obras de Santa teresa y de San Juán de la Cruz, por ejemplo. ¿Ellos callaron?, aunque la Inquisición sí les quiso hacer callar.
No amigo, quién tiene experiencia de Dios, no puede evitar el proclamarlo de una manera u otra, mediante palabra o mediante acto, y de las dos maneras a la vez.
Y, ademas, ¿librarse de la objeción de otro?, cada cuál se tendrá que librar de las suyas propias.
Un saludo.
Ellos callaron, por supuesto. Callaron en lo que no callan las instituciones que representan supuestamente a Dios: las iglesias.
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