Lo positivo de crisis
como las que estamos viviendo en estos momentos, es que la ideología
de las masas, tal y como la interpretación marxista clásica las
entendía, es desbaratada y de alguna manera ilumina, en la
conciencia de los sujetos que padecen esas crisis, su estatus
material, es decir, su posición social en el entramado de
producción que teje las relaciones sociales. En otras palabras, que
el ciudadano que ha sufrido la brutalidad de esta crisis- al menos
según el punto de vista de Marx, quien parece ser que creía
demasiado en la espontaneidad de la conciencia de clase- debe poseer
ya los instrumentos que le hagan leer las causas de su sufrimiento,
lo que a su vez debería ser garantía de una identidad de clase lo
suficientemente clara como para cobrar conciencia de su posición
social. Sin embargo, la traducción política de esta situación
desmiente por completo este análisis.
Hace poco Alberto Garzón
(IU) ha expresado su preocupación por la tendencia de las encuestas.
Para Garzón, la estrategia de Podemos es tan válida como cualquier
otra, lo cual no impide que IU, según el propio Garzón, no siga
obcecado en perseverar en la suya propia, arrojando al fuego
cualquier intrumento de análisis leninista y echando más leña en
la máquina de su propia destrucción. Paradójicamente, el análisis
de la realidad que acomete IU es fidedigno. Por ello mismo, a
su militancia le cuesta entender que este análisis no obtenga sus
frutos. El problema es precisamente ese, a saber: que la estrategia
de Podemos sea vencedora frente a la de IU no tiene que ver tanto con
que a los ojos de la mayoría social IU represente la vieja forma de
hacer política, como por el hecho de que el discurso de IU, en
tanto hace un análisis de la realidad, olvida algo mucho más
importante, algo en lo que desde el principio, el discurso de Podemos
ha estado centrado: el análisis de los deseos, el trabajo de
lo simbólico, en suma: el análisis de la ideología.
Decir que la raíz
ideológica de Podemos se ancla en el discurso populista de Laclau
-herencia recogida por Errejón- no es decir mucho. A Podemos no le
ha interesado tanto analizar los ciclos de la economía y fomentar la
fuerza de la izquierda en tanto que izquierda, como centrarse
en aquellos mimbres comunes que podían tejer un sujeto mayoritario,
un electorado ganador. La reticencia de Podemos a localizarse en el
espectro de la izquierda es precisamente un elemento en ese objetivo
principal que es ganar las elecciones en el marco de una democracia
representativa como la española. La estrategia contraria- fortalecer
identidades- podía haber sido útil si hubiera sido fácil primero
convertir un elemento simbólico particular- la izquierda política-
en un elemento universal- el bien común del pueblo-. Lo que era una
operación filosófica de altos vuelos. En este sentido, lo que se le
ha reprochado a menudo a Podemos- que no tiene un discurso positivo,
sino que se alimenta del malestar ciudadano general- no es algo
extrínseco a su naturaleza- siempre y cuando comprendamos que el
objetivo general que domina esta naturaleza es el mismo siempre:
vencer en unas elecciones generales en el marco de una
democracia representativa-. Al contrario, es un elemento fundamental
del discurso populista al estilo de Laclau. Como dice Zizek, “según
Laclau el populismo es una determinada lógica formal que no está
referida a contenido alguno”. En tanto operación y marco puramente
formal, el populismo puede aglutinar una voluntad mayoritaria. Pero
por ello mismo, ha de posponer todo elemento particular y, más aún,
anular toda identidad política para formar una mayoría que nunca se
identifica del todo con la mayoría social, sino con esa voluntad
mayoritaría expresada en las urnas: la mayoría electoral.
Es entonces claro por qué IU se desploma según crece Podemos. Porque IU no es una máquina
de guerra electoral, utilizando la expresión que Errejón usa
para definir Podemos. Y no es que IU no pretenda formar una mayoría
social bajo su paraguas. La historia de la organización demuestra
que no ha pretendido otra cosa. Pero si bien ha sabido leer la
realidad, a IU le ha faltado ese análisis de los deseos populares,
ese centro de la demanda popular que rotaba en torno al rechazo de la
política institucional, el malestar por la corrupción, y que se
alejaba indefinidamente en el tiempo del deseo por poseer una
identidad política. En otras palabras, IU ha leído demasiado a los
clásicos y demasiado poco a los postmodernos. Y ahora se le escapa
la oportunidad histórica delante de sus ojos.
Pero tampoco Podemos lo
tiene fácil. Pues, si solo se entiende Podemos como una
máquina de guerra electoral- y parece que al menos la cúpula
dirigente lo comprende de este modo- el objetivo se logrará al
precio de obtener tan solo un sabor a ceniza en la boca. Emancipar a
una sociedad no es, ni mucho menos- esto lo saben también en
Podemos- ganar unas elecciones generales en un marco sumamente
restringido como el que propicia hoy la política institucional. Lo
que puede darle la victoria es también lo que puede desinflarlo:
como método, el populismo puede lograr seducir a las mayorías
electorales. Unas mayorías que pueden desencantarse rápidamente
cuando el horizonte abstracto en el que reposaban sus esperanzas se
posponga poco a poco al tiempo que se vayan reemplazando por la
administración rutinaria de la cosa pública, al tiempo que 'hacer
nueva política' se vaya pareciendo cada vez más a 'hacer vieja
política'.
Este es un riesgo claro
para Podemos. Y creo que a ninguno de sus militantes más honestos se
le escapa. Ahora bien, lo que puede salvar a Podemos de convertirse
en un eslógan vacío, lo que puede salvar a Podemos de la
centralización de poder cada vez más evidente, es una cosa tan
antigua como intemporal: la militancia perseverante y honesta, lo que
es decir: el trabajo de los círculos. Una educación social a largo
plazo, una colectivización de los saberes y una cooperación mutua
que aleje cada vez más a la ciudadanía de la tentación del
individualismo, puede preservar aún la ilusión y convertirse en una
herramienta de emancipación social. Y también puede servir para
luchar por la hegemonía dentro de Podemos, para luchar
incluso contra el populismo dentro de Podemos y proponer la
emancipación y la lucha contra el capitalismo como el objetivo
fundamental, algo que sin embargo para IU ha estado siempre claro.
Como dice Zizek, “para un populista la causa de los problemas nunca
es, en definitiva, el sistema como tal, sino el intruso que lo
corrompe. La causa no es un defecto fatalmente inscrito en la
estructura como tal, sino un elemento que no desempeña correctamente
su papel dentro del sistema. Para un marxista, por el contrario, lo
patológico es un síntoma de lo normal, un indicador de lo que
precisamente va mal en esa estructura”. Eso es lo que a algunos nos
distingue de los populistas. Y es que, en cualquier caso, las siglas
son contingentes, lo necesario será siempre el militante.