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miércoles, febrero 21, 2007

Confesiones de un cínico imposible

El buen cínico sabe aceptar su decisión ética de buen grado. Nada hay que reprocharle al cínico excepto cuando pretende de pronto ser moral contra su inmoralidad, e incluso en éste caso habría que concederle que en cierta manera sigue siendo coherente con lo que ha aceptado. Por lo mismo, la paradoja cínica es la única que a causa de ella misma puede ser fiel a sus postulados sin caer en conflictos irresolubles.

Si las ciencias sociales del siglo XIX, el auge del historicismo y de la “sociedad” abren ya el caldo de cultivo del cinismo burgués individual, si de algún modo la industrialización conlleva el germen de una sociedad cada vez menos preocupada por lo político y más centrada en su ego hipostasiado, el vitalismo irracionalista que inaugura Nietzsche, con su cultura epicúrea del cuerpo, vendrá a coincidir también con la volatilización del mundo exterior en un conjunto de sensaciones subjetivas en la filosofía de Ernst Mach, en palabras de Fischer. En definitiva, la crítica a la metafísica tradicional converge milagrosamente con el producto del final de la modernidad, es decir, con aquello que Heidegger denunciaba y satanizaba como la realización de la voluntad de poder mediante el instrumento (Gestell) de la técnica científica.

Siguiendo a Heidegger, Nietzsche aún pertenece a ese residuo de la metafísica tradicional que la postmodernidad tratará de destruir. En otras palabras, la obsesión de la filosofía postmoderna, derrocar a Platón, derrotar al cristianismo implícito en Platón, liquidar la conciencia, eliminar las preocupaciones morales, etc, conlleva no sólo esto: significa liquidar también a Nietzsche, a Freud y a Marx.

El ataque a lo metafísico en cuanto que trascendente significa no sólo la vuelta a las cosas mismas (Husserl) en un sentido terapéutico (Wittgenstein). También implica la destrucción de todo tipo posible de emancipación, al modo, por ejemplo, de la post-ilustración. En concreto, implica la satanización de todo tipo de trascendencia, ya sea la voluntad de poder en Nietzsche, el anhelo de la superación por la ciencia de los males del hombre (Freud), o la profecía económicamente calculada de la desaparición del capitalismo (Marx). En todos los casos, se da una trascendencia, que el postmodernismo, extendiendo a Nietzsche, condena no como algo inmoral en un sentido ético, ¿cómo podría hacerlo, fundamentarlo filosóficamente?, sino como algo precisamente insano, algo contrario a la salud. Ésta es la diferencia que establece Deleuze entre lo ético y lo moral en la filosofía de Spinoza.

Con el desplazamiento de lo moral en lo ético hemos también liquidizado la conciencia moral kantiana, y podemos seguir seguros sobre nuestros pasos. La justificación postmoderna contra el humanismo proviene de la idea de que el humanismo es sólo una acentuación del ego, que cree ahora encontrarse en medio del mundo, olvidando la naturaleza, (physis); también con esta justificación podemos ahora callar sobre el hombre, podemos evitar ese discurso tan pesado y complejo sobre la posición de las cosas relativas a lo humano.
Es verdad que es bueno reconocer la pesadez de los humanistas, con su deseo de encumbrar a un hombre que ha mostrado su total incapacidad para administrar sabiamente la naturaleza. Pero es que ha sido la carencia de sentido del hombre el que ha llevado también a su destrucción: ya sea físicamente, como en el exterminio nazi, o metafísicamente, como en la sociedad de masas de Debord o Marcuse. El hombre ha muerto, dice Foucault: al final, hay cosas más interesantes que el hombre.

De manera que el postmoderno dice algo así en su discurso: “Desnudemos al hombre de su derecho a soñar y confinémosle a la tierra en la que cayó, adánicamente, y que a causa de sus vanidades no supo valorar; obliguémosle a asumir su propia muerte, y a azotarle cuando suspire como un niño por el regalo deseado. Ah, que criatura tan aborrecible, el hombre, que sólo desea más de lo que la naturaleza puede darle.
Lo único que ha logrado el hombre con esto ha sido hacerse daño. Una nueva cultura del cuerpo ha de resurgir, frente a la cultura moderna de la conciencia. Una nueva percepción del cuerpo, que actualice el mundo en que vivimos de forma constante para evitar descollar por los caminos monstruosos de la metafísica.
¿Para qué vamos a luchar contra el Estado? ¿En qué tipo de trascendencia platónica estábamos pensando? No; ya estábamos pensando “platónicamente”; hay que invertir nuestra forma tradicional de pensar. Hay que dejar de pensar en los ideales de libertad y emancipación, propios de la Revolución Francesa, pues, al fin y al cabo, fueron el producto de la molicie de unos burgueses decadentes. Se hace preciso centrarse en el cuerpo, en los males del cuerpo, ya que el alma y la conciencia son teatros cartesianos inexistentes.”

Este discurso está bien, sin lugar a dudas, en la medida en que se admita el propio cinismo del que lo suscriba. Y este cinismo no es otro que el de admitir que las consecuencias del positivismo descabellado y de la técnica científica han creado un modelo de hombre enormemente similar al propugnado por el postmodernismo: un hombre amoral, centrado en su cuerpo, desprovisto de toda finalidad metafísica, lanzado hacia la tierra engañándose acerca de su falso valor. Pues sólo los dioses, los poetas y los genios pueden soportar una vida trágica en el sentido griego que nos proponía Nietzsche. En el fondo, Nietzsche hablaba para superhombres, y no para “humanos, demasiado humanos.” Y, en fin, ¿cuál es la posición del cínico frente a todo esto?

Yo no suscribiré con total determinación el discurso del postmoderno. Algo me dice que la problemática que Platón en su día formuló es algo más que la mera expresión de un político fracasado, que la conciencia es irreducible a actos de habla y que existe una disonancia natural en el seno del propio hombre que apunta a una trascendencia que con toda probabilidad no exista. Si fuera postmoderno, aceptaría también las barbaridades del capitalismo, incluso la orgía nazi de la que más de un autor alemán aún no se ha arrepentido. Y la diferencia, amigo postmoderno, es que si yo procediera así, no estaría siendo cínico. No aún. Estaría actuando, muy por el contrario, en total y absoluta consecuencia.

La postmodernidad ha sido la primera que ha dificultado el acceso a las cosas mismas en el trabajo de la filosofía, la necesidad de arrancar los prejuicios.( de los que Gadamer, por cierto, se sentía tan orgulloso).
¿Acaso no se odia el humanismo no tanto por su pesadez sino porque aceptarlo implica una concesión ilícita a la doctrina genésica del hombre como centro de las cosas? Y, ¿cuántas doctrinas se critican del platonismo o de tantos y tantos sistemas simplemente porque coinciden de algún modo con el cristianismo, o porque son utilizadas por éste en su divina metafísica?

Pero yo soy cínico: reniego del humanismo por pasión, no por una deducción abstrusamente concebida. Soy irracional y no me gusta deducir sistemáticamente todas las implicaciones de los sistemas. Me gusta Platón pero odio su metafísica; me gusta porque valoro su genio. Y soy sumamente egoísta; claro que lo soy. Y quiero ser yo el centro total del universo. Si fuera postmoderno, también aceptaría cínicamente mi complicidad en un feroz antihumanismo de raíz científica. Pero es que a mi no me acaba de convencer la tecnología, y, por otra parte, no tengo talento para ella.

Esperemos que los hombres del futuro sean más duchos que los románticos decadentes que somos nosotros en esa labor nietzscheana de alcanzar la virtú renacentista; la fuerza, el vigor y el poder del genio, del conquistador. Todo indica que nuestra generación educada en la cultura del cuerpo y enamorada de una inmanencia digitalizada va por un camino inmejorable hacia ese magnánimo y dionisíaco propósito, sólo digno de los héroes y los dioses.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Me doy por respondido (y por reflejado).

Anónimo dijo...

"Pero es que ha sido la carencia de sentido del hombre el que ha llevado también a su destrucción: ya sea físicamente, como en el exterminio nazi...".

Auschwitz fué algo más que la destrucción física; también fué la destrucción metafísica. Fué la destrucción de la filosofía y de la teología.
Auschwitz es el horror absoluto, muro en el que se estrella cualquier intento de comprensión racional, de comprensión filosófica.
Auschwtiz es la pregunta sin respuesta.
¿Qué hacemos con Auschwitz?. ¿Qué puede hacer la filosofía frente a Auschwitz?.

Anónimo dijo...

Por cierto, la respuesta de los postmodernos tampoco me vale; eso no es una respuesta, es huir.
Y ahora, con el problema planteado, y sin renunciar a la metafísica pues difícilmente puede el ser humano renunciar a ella, ¿que se puede hacer?, ¿se abandona, por incapacidad sea propia o de la filosofía, el intento de encontrar una respuesta?, ¿la buscamos por otros cauces?, ¿o que hacemos?, ¿la reflexión sobre el Mal puede dar respuesta y desde donde?, ¿desde la filosofía, la teología o ambas?.
Tu has sacado el tema, has puesto el dedo en la llaga (al menos, en la mía).

Unknown dijo...

Auschwitz se ha ido construyendo poco a poco. No es que de pronto nos hayamos vuelto locos; creo que el proceso de la locura es lento, va formándose, busca sus arquetipos, sus lugares. De lo que se trata es de promulgar una filosofía que evite esos lugares, no que los patrocine. En cuanto a una respuesta definitiva, la filosofía no la tiene ni para Auschwitz ni para ninguna otra cosa. Por eso es precisamente filosofia.

Anónimo dijo...

Ya, eso pensaba yo también pero ¿se puede hacer una filosofía sin comprender "Eso" (no sé ni como llamarlo, las palabras se quedan pequeñas para tal horror). Ya me advirtieron hace años que, o me volvía como ellos o no lo comprendería nunca. No me voy a volver como ellos, desde luego, pero tampoco renuncio a comprender y no puedo avanzar sin comprender así que, como tu decías, yo para ésta empresa no valgo.

Por cierto, perdona si te molestaron mis palabras, nunca pretendí ofenderte o molestarte y espero que aceptes mis disculpas. Pero bueno, ahora ya sabes de dónde procede,ya conoces el origen de mi frustación con la filosofía: necesito comprender, y necesito comprender Auschwitz.
Otra cosa, lamento profundamente la que se ha organizado en el post aquel (al que no pensaba volver, pero he vuelto) entre dos visitantes que han acabado discutiendo.
Un saludo.
Ana.
P.D. Si no te molesta mi presencia, me gustaría visitar tu Blog y hacer algún comentario cuando sea oportuno. En caso contrario, pues me lo dices y tan amigos, ¿vale?.

Anónimo dijo...

Es sólo una opinión, pero espero que sea bien entendida: para asumir Auschwitz habría que hacer un emplazamiento en la alteridad absolutamente descabellado; la Historia, la máquina brutal del Tiempo, nos ha creado una imagen de Auschwitz que, de igual modo que le decían a Seferis respecto al Partenón, nos impedirá siempre ver el fenómeno sin las capas y capas de tinta y sangre que lo recubren; pero perforando se puede llegar a ver, ya no el mal, sino el desquiciamiento épico de Alemania que, desde luego, buscaba "el bien" para el mundo. Esto es difícil de asumir, sólo mentes preclaras como la de Jünger han podido no enloquecer por la participación, aunque sea indirecta, con la barbarie...Pero esa barbarie estaba justificada por unos planteamientos absolutistas que habían desterrado cualquier atisbo de duda, una cosmovisión inquebrantable que tuvo respuestas para todos los asuntos domésticos y épicos...
De aquí, lo único que me interesaría realmente dejar clara es la relación proporcionalmente directa entre la fortaleza de una concepción del mundo y la capacidad para engendrar monstruos: a mayor solidez de una "filosofía", a mayor afán de influir en la vida, mayor será el infierno que ésta geste.
Repito, es sólo una opinión; mis conocimientos de filosofía son muy limitados, pero creo tener claro que, si bien no soy un relativista extremo (creo, ingenuo, en la Belleza, el Bien y la Verdad), el olvidar la fuerza equivalente que opone el contrario de cualquier axioma a éste, olvidar que, en último extremo, seremos afortunados si no olvidamos la inaccesibilidad a los fenómenos, siendo la relación de nosotros con ellos, el único conocimiento factible; olvidar que la duda es saluble, que el otro es, aunque parezca mentira a veces, tan real como nosotros, olvidar, digo, olvidar es la perdición.

Unos versos de Valente, el hombre que no olvida:
Y cómo, preguntaron, cómo
escribir después de Auschwitz.

Y después de Auschwitz
y después de Hiroshima, cómo no escribir.

¿No habría que escribir precisamente
después de Auschwitz o después
de Hiroshima, si ya fuésemos, dioses
de un tiempo roto, en el después
para que al fin se torne
en nunca y nadie pueda
hacer morir aún más los muertos?
...

Anónimo dijo...

Ese es el problema (uno de ellos). ¿Cómo se puede llegar a olvidar que el otro es tan real como nosotros?. Mencionas Hiroshima y siendo una verdadera monstruosidad, creo que no es comparable a la Shoah. En el primer caso eran enemigos, estaban en guerra; en el último caso, eran vecinos, compatriotas, en algunos casos amigos...La Shoah es único; es el mal absoluto.
¿Cómo es posible que cualquier sistema pueda hacer olvidar la humanidad?. Como decía Steiner: "¿Cómo es posible que el mismo SS pudiera escuchar a Mozart por la tarde y torturar al llegar la noche?".
Auchwitz es la muerte de la inocencia de la cultura occidental en todas sus manifestaciones.
¿Y cómo nos levantamos y juntamos los pedazos rotos?. Quizás reparar no sea lo acertado; quizás sea necesario construir uno nuevo.
Y, desde luego, jamás olvidar.
Un saludo.

Anónimo dijo...

¿Hiroshima menos grave que el Holocausto? No sé si eso es cierto, creo que hay que tener en cuenta que la bomba se lanzó pulsando un botón, y eso, desde mi punto de vista requiere una reducción al absurdo de la vida humana: una pulsación desde el Enola Gay y adiós a la vida que florecía a miles de metros por debajo...El asunto del Holocausto se reviste de unas contradicciones y oscuridades en las que yo tampoco me veo capaz de ahondar mucho más, pero, espero no levantar ampollas, no fue la muerte de la inocencia de la cultura ni mucho menos. Siempre se han dado casos muy equiparables al Holocausto en cuanto a las relaciones cultura-sociedad-poder; ya sé que la magnitud es estremecedora, pero los griegos más refinados también eran capaces de impiedades atroces...La cultura nunca ha sido inocente del todo, Mozart es perfectamente compatible con la tortura, la supuesta incompatibilidad expuesta por Steiner no lo es: el sistema nazi albergaba la belleza estética pero tenía sus matices en cuanto a la ética, no creo que ellos vieran incompatibilidad alguna...
Veo que resulto demasiado ambiguo, tal vez en otro momento siga. Es un placer que introduzcas a la Historia en este blog, pues aunque aprecio mucho a David y la labor que lleva a cabo, la omite siempre en sus escritos: ayúdemosle a humanizar esto un poco.
Un saludo, Ana; y no te ofendas, Dómine.
http://www.contratodosytodas.blogspot.com/

Unknown dijo...

Efectivamente, no podemos entender Aushwitz no porque lo que alli sucediera fuera un horror tan incomprensible para la mente humana como para no poder aceptarlo. En absoluto. Nosotros hemos sido educados en el rechazo monumental a lo que sucedió en Alemania. ¿Qué habriamos pensado de ser pequeño burgueses de una ciudad como Berlín o Munich en el año 1936? me temo que algo muy diferente de nuestra sensibilidad actual para con lo que pasó en Alemania. Que todo un pueblo haya enloquecido significa solo que el hombre puede enloquecer bajo determinadas circunstancias, y desde ese punto de vista es comprensible Auschwitz, Alejandro Magno e Hiroshima. Pero la historia quiso que nos enfrentaramos a la monstruosidad hitleriana y vieramos con buenos ojos la monstruosidad post helenica del bárbaro Alejandro. Destruir una ciudad entera por fuego, arrasar y exterminar todo tipo de gentes, en nombre de la cultura, ese es el precio que tuvo que pagar lo que llamamos la famosa "helenización". Ahora bien, ¿y si Hitler hubiera trinfado en 1945? ¿De verdad estamos tan seguros de que nos escandalizariamos con Aushwitz? O no llegariamos a levantar estatuas a semejante monstruo, como estatuas se levantaron a Napoleón y a Franco? Tener una perspectiva histórica es algo problemático, porque nos desenmascara y nos hace ver de lo que somos capaces.

Anónimo dijo...

No es que sea menos grave, es que creo que es de una gravedad distinta.
A mi juicio Auschwitz es un fenómeno único y no únicamente por su magnitud. Pero ya hablaremos de la unicidad de ello cuando quieras.
Por la muerte de la inocencia me refiero a la muerte del optimismo en todos los campos.
No es que seas ambiguo, es que el tema es muy complejo y muy extenso. Personalmente me cuesta mucho trabajo no perderme por los diferentes aspectos.
Por supuesto que no me ofendo; más bien estoy encantada de poder hablar contigo.
Un saludo.

Anónimo dijo...

David:
De nuevo has puesto el dedo en la llaga: "nos hace ver de lo que somos capaces".
Pero en mi opinión no es una cuestión de locura y eso es lo peor; aducir locura es negar la responsabilidad.
David, cuando se entra en los detalles de los campos, sobre todo de exterminio, te aseguro que es muy difícil comprenderlo. Hablo de los detalles, de lo concreto, de los individuos; no de lo general.
Quizá me he metido demasiado en esos detalles.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Por mi parte, ante la ascensión del nazismo, no sé si hubiera estado del lado de Brecht o de Mann; o, por el contrario marcharía a la guerra con un ejemplar del "Orlando furioso" o de "Así hablaba Zaratustra" bajo el brazo...Si, como decía Ortega, el hombre no tiene Naturaleza, sino Historia, tal vez hubiera cogido el fusil o fumara cigarrillos después de matar en un campo de exterminio...En cualquier caso, Ana, tampoco yo creo que alegar locura sea lícito: el pueblo alemán podría estar medio ciego, medio engañarse, pero no creo que fuera presa de algo así como una locura colectiva.
Por cierto, mañana hemos quedado David y yo, ¿te apuntas pata tomar una caña y hablar?

Anónimo dijo...

Yo tampoco se muy bien lo que habría hecho, de lo único que me puedo fiar es de mi tendencia a llevar la contraria a cualquiera que esté en el poder.
Pues si quedais virtualmente, entonces contad conmigo, pero si es de otra manera, entonces la distancia geográfica lo impide; en éste caso tomaros una caña a mi salud, que yo me tomaré dos, una por ti y otra por David.
Un saludo.

Anónimo dijo...

De acuerdo, pues una caña en tu salud y contra cualquier poder que no emane del pueblo, signifique esto lo que demonios sea que signifique.
Saludos.

wonder woman dijo...

pues yo me apuntaría a esas cañas y a esa charla entre David y su amigo toni, sin duda sería bastante interesante ver cómo habláis los dos, no a la vez, por supuesto, eso pasaría de ser bastante interesante a bastante preocupante...

Anónimo dijo...

¿Hablar a la vez David y yo? Por supuesto que hablamos a la vez: mientras que el predica por los vagones del metro yo aclaro a los viajeros perplejos que deberían escucharle...
Fuera de bromas, David, gracias por una tarde absolutamente magnífica.

Anónimo dijo...

Hola wonder woman; te escribo desde aquí porque desde mi blog no sé hacerlo: me sorprente que me acuses de pedante y hables de alter egos...Yo soy el que se interesa por la filosofía, y cuando tiene que escribir de ciertos temas usa el lenguaje que cree más adecuado para ello...No escribo en ningún otro blog que no sea el de David, al cual si no fuera porque lo conozco desde hace tiempo, ignoraría. También soy el que desprecia la sobreproducción en la red...No veo la contradicción.
Y este blog mío nació muerto, no hay nada más que decir ya: ha de quedar así porque realmente nada más quiero que se muestre.
En fin.