Quizás la gran tragedia de la poesía y de la filosofía se halle precisamente en la diferencia como "frontera" insuperable, o,dicho de otro modo, en la incapacidad para regresar a la cosa en sí misma y no simplemente describirla, sentirla, etc. Toda la actividad del poeta es trágica precisamente porque cada acto creador suyo remite al infinito en cuanto que siempre se falla la labor que anima su trabajo; y al final, el dolor del poeta no es sino no haberse fundido en la cosa, a pesar de que ésa sea su principal finalidad.
La idea de considerar fronteras que establecen diferencias insuperables no es algo así como el programa de una filosofía sistemática que tratara de dividir el mundo en porciones o categorías para de este modo poder orientarse mejor en él. Lo que se sugiere con esta idea de falla originaria o écart (Merleau- Ponty), es más bien el hecho de no poder abarcar toda la extensión del ente y en cambio poder perfilar fronteras decisivas, definitivas.
Lo que anima a la filosofía desde Platón hasta Heidegger tiene además un parentesco crucial con la labor del poeta. En este sentido, tanto Platón como Heidegger consideran que sus diferentes métodos son más adecuados para lograr la reconciliación con el ser, "digno de ser pensado"; no es que Platón haya decidido colocar una trampa al ente, al contrario; él piensa que con su episteme puede lograr lo que Heidegger trata con sus claros de bosque; la finalidad es la misma, pues Platón como Heidegger entienden que existe una cosa, sea lo que sea lo que queramos decir con esto, que es "más digna de ser pensada", "esencial", o "fundamental".
La tragedia que anima ésto es clara en Heidegger: cuando el autor alemán concibe la pregunta por el ser como correspondencia, Entsprechen, en la que el ente no se apresa ni se domina sino que por el contrario uno ha de darse, en forma de súplica y de ruego hacia él, lo único que aquí se está repitiendo es el dolor por la imposibilidad directa de la absoluta identidad entre hombre y ser, que se repite nuevamente en la distinción ontológica del propio Heidegger entre ser y ente.
La diferencia ontológica es ya de por sí una fractura en el interior del ser que sin duda puede asimilarse a la idea de falla o ruptura originaria.El dolor y la tragedia del poeta y del filósofo se emparentan en la imposibilidad de recobrar una unidad perdida, el sello originario de lo auténtico, y que de hecho es imposible porque, si bien no tenemos un mapa de la realidad, (como bien explica Heidegger en su metáfora del labrador), tenemos intuiciones en las que las palabras "apertura" y "frontera" cobran importancia como árbitros impasibles de las disecciones en el interior de la realidad.
Disecciones en todos los ámbitos y en todas las direcciones, y, en consecuencia, resignación ante la imposibilidad, trágica en sí misma, de alcanzar la plenitud entre hombre y ser.
1 comentario:
Nuevamente: Heidegger emparentado con el romántico bobalicón. Vienen a la mente Lukács, Adorno, Bourdieu, Zizek.
Es el Heidegger del periodismo. El invento de Farías y de Ferry & Renaut.
Lo que aquí extrañamos es la evidencia textual. Una interpretación sopesada de Ser y Tiempo. ¿Dónde está esa búsqueda de la esencia (que aquí queda inaclarada como la tradicional contraposición de la existencia) en los escritos de Heidegger?
Si algo hay en Heidegger, es una crítica del fundamento.
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