“Pero lo que queda, lo instauran los poetas”. Este verso de Hölderlin, pensado a fondo por Heidegger a propósito de abordar la honda cuestión de la esencia de la poesía, quizás arroje algo de luz acerca de la empresa de ésta en nuestro mundo, e incluso también acerca de la nueva formación o del nuevo lenguaje que ha de conquistar el pensamiento para invocar lo sagrado como aquella cosa en la cual estamos por siempre involucrados.
Este estar siempre involucrados que denomina lo sagrado no puede ser algo muy diferente de la exégesis de Heidegger, como aquello en lo cual habitar poéticamente significa “estar en la presencia de los dioses y ser tocado por la esencia cercana de las cosas”. Pero si la esencia de la poesía es “el fundamento que soporta la historia”, entonces quizás haya que entender su finalidad como algo no completamente separado del concepto de αναμνησις, tan importante para los griegos, mediante el cual lo que permanece queda en la boca y en el lenguaje de los hombres a través de su rememoración.
Tanto el mito como la religión basan su existencia en la memoria, en el recuerdo como aquello que hace posible la continuidad de la doctrina, y si entendemos la doctrina no como una elaboración intelectual de aspiraciones metafísicas, sino como el lugar donde se registra la experiencia histórica de un pueblo, entonces el mito se convierte en algo imprescindible como huella de la existencia del hombre, como prueba definitiva de aquello que no se hundió con el paso del tiempo, que no fue destruido por el devenir. Pues el enemigo primero de toda religión y toda formación mítica es el propio devenir. Y, como se acaba de decir, no por razones metafísicas, de las que poco o nada sabe la memoria de los pueblos, sino por la insistencia en preservar la memoria de lo que un día configuró sus espíritus.
Los griegos construyeron la memoria de su experiencia mediante la tradición oral primero y sólo después por medio de la escritura. Homero fue en ese sentido el padre de la experiencia griega y como tal el que hizo posible que el concepto mismo de lo griego dejara un rastro imborrable en la historia. Sin memoria no hay historia, y Platón comprende esto mediante su convicción de que lo importante como tal (la idea misma), sólo es accesible mediante la anámnesis, en la cual comparece en este caso el fundamento de todo lo ente, pero que, transpuesto al ámbito histórico, se convierte en la condición de posibilidad de un ámbito discursivo, en el que se recuerde la relación primera del hombre con el ser.
Desde luego no se trata aquí de conservar el relato fundacional como lo característico de la memoria. La memoria no es sólo aquel elemento que permite que una narración de este u otro tipo pueda continuar indefectiblemente en el tiempo. Y sin embargo es difícil no contraponer este modelo a la existencia misma del devenir, que se caracteriza por la destrucción de toda memoria. Aunque esta destrucción se lleve incluso en la forma de la metafísica más rigurosa. Pero aquí lo que difiere entre Platón y Heidegger no es la importancia que cada uno da a la memoria, sino una concepción distinta del ser. Para ninguno de ellos la memoria, pues, se vuelve algo vano o indeseable. Por el contrario, mediante la palabra del poeta accedemos a la rememoración. Esa es la tarea de la poesía en un mundo en disolución.
(I
6 comentarios:
Bravo David... una vez más bravo.
http://comingonage.blogspot.com/2007/04/protegeos-los-ojos.html
:D
Renton
Vengo del blog de renton y bue, no entendí nada.
Tasso
Gracias renton,
saludos.
Excelente.
Saludos y felicitaciones
Muy buen sitio contento de toparme con algo asi.
Saludos y auras Dioniso
Gracias, el blog y dionisos, por los comentarios. Os leere y añadire a mis links,
saludos.
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