Todavía hoy en día hay quien se esfuerza por recuperar el legado de una “Europa” que tendría sus raíces en la sociedad griega antigua y cuya identidad quedaría sellada definitivamente, como la marca de una divinidad, mediante el acontecimiento cristiano y la asimilación de los pueblos europeos a la enseñanza de Cristo. Para recuperar los orígenes de Europa nos harían falta sin duda Platón y Aristóteles, para entender la configuración del viejo continente como alma unitaria y superior, como civilización lograda, el Evangelio y quizás Hegel.
Estos sujetos tienen una idea bastante estúpida metida en la cabeza, una idea acerca de la bondad inherente a la pedagogía, que supone por supuesto su conocimiento y la posibilidad de su enseñanza. Entre algunos demócratas cristianos se propone como base principal el aprendizaje de los griegos y al mismo tiempo del espíritu cristiano como pedagogía natural del espíritu europeo. No se trata de que unas enseñanzas sean incompatibles con otras, lo que importa es hacer del sujeto un ciudadano concienciado, es decir, inútil.
En ese sentido, la ideología de derechas es una ideología abiertamente política, hostil a todo análisis, que se refugia irracionalmente en una serie de costumbres como principio y fin de toda actividad intelectual, moral y vital, pero que no busca en ningún caso un desarrollo imparcial del conocimiento, una búsqueda sincera del saber. No es que estén precisamente empeñados en hacernos católicos; lo verdaderamente increíble es que a estas alturas el europeo siga siendo católico. No, de lo que se trata es de que tal catolicismo nos entrena para construir una falsa identidad cuyo objeto último es político. Tal es la hipocresía moral de los medios de comunicación que simpatizan con la religión y de la misma religión cuando se ve obligada a participar del debate público.
En efecto, el objeto de mayor inmoralidad que pesa como un lastre maldito sobre las inteligencias de los europeos es el periódico. No hay nada que cause mayor repugnancia; no existe peor mala fe que la del propio periodista. Cuando la creencia ingenua en la posibilidad de la información desinteresada se mezcla caóticamente con las intenciones políticas más desastrosas entonces hemos dejado ya de ser hombres, si es que alguna vez lo fuimos, para convertirnos en miserables fantoches de un espectáculo rancio y monstruoso. El periodista finalmente acaba por creerse su propio dogma, su pseudoideología contaminada de talantes y prejuicios artificiosos, falaces, vanos, insensatos.
Lo que el cristiano ilustrado hace al mezclar las diferentes culturas y pensamientos que han atravesado Europa desde sus oscuros inicios en una única herencia lineal es sólo magnificar tal monstruosidad. Si bien no podemos agenciarnos la cultura griega como propia, como si acaso hubiese existido algo así como una “Atenas Occidental”, (idea no obstante muy común), sí que deberíamos desterrar al cristianismo de una Europa que se considerara enraizada en los pueblos griego y romano, que eran esencialmente paganos. El cristianismo es la mayor desgracia que le ha podido caer a un pueblo, su golpe definitivo. Y tanto mas cuanto que se pretende como algo perfectamente universal y autónomamente legislado.
Esos clérigos de la razón que creen en el progreso ingenuo de algo así como “Europa” y de la constatación histórica de su verdadera unidad, que retoman los postulados ilustrados para mezclarlos ineptamente con sus dogmas cristianos irracionales no se dan cuenta de que ya en los mismos ilustrados se estaba preparando el cadáver de Dios para el entierro nietzscheano del día siguiente. En Kant no deja de ser un elemento sin el cual se hace imposible la libertad, y se ha señalado que en el sistema de Schelling se estaba disponiendo el nacimiento del nihilismo. El elemento cristiano parece ir poco a poco desvaneciéndose en el idealismo alemán. Y no es casualidad que así sea, cuando las voces que se levantaron contra él provendrían más tarde de Nietzsche y de Marx.
Pero hay que insistir que nuevamente la depravación mayor del espíritu no se halla sobretodo en las clases intelectuales y políticas. Éstas no se ven comprometidas a fundamentar sus ideas en la religión, y bien pueden ayudarse de ellas cuando así su ideología salga fortalecida. La verdaderamente vilipendiable es como siempre la propia jerarquía eclesiástica, que es capaz de venderse como una prostituta a las ideologías políticas con propósitos ajenos al programa dogmático de su religión. La idea aborrecible es esa que es capaz de subordinar su propio dogma a una ideología, pues ello está ya muy lejos de la verdadera educación, siendo más propio de lo que podríamos llamar una prostitución espiritual, una infamia universal.
3 comentarios:
David:
Te envié un email con el código html para crear una seción diferenciada de links. Blogger no me permitió usar estas casillas de comentarios para compartir el código.
Espero que la información enviada sea de ayuda.
Saludos.
Gracias, Jethro, por la informacion. Pero no sé que hice con la plantilla que he al final he dejado la antigua. En fin, se ve que lo de internet no es lo mio. :( de todos modos, gracias por tu ayuda.
La verdaderamente vilipendiable es como siempre la propia jerarquía eclesiástica, que es capaz de venderse como una prostituta a las ideologías políticas con propósitos ajenos al programa dogmático de su religión. La idea aborrecible es esa que es capaz de subordinar su propio dogma a una ideología, pues ello está ya muy lejos de la verdadera educación, siendo más propio de lo que podríamos llamar una prostitución espiritual, una infamia universal.
En efecto, qué otra cosa si no quiere decir el Dar al César lo que del César...?
Un placer haberte encontrado David... a Phiblógsopho gracias. :D
Renton
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