La relación que el hombre mantiene con la pura actualidad, con el puro hecho del presente, es una relación negativa, una conducta de directa oposición a lo que se pretende como un puro agotamiento en el acontecimiento mismo. Y en esa negación de la actualidad el hombre construye las más diversas narraciones, siendo por tanto el mundo del hombre la sombra que deja la mera actualidad, y por tanto constituyéndose más bien en el no ser que en el ser, en la posibilidad más que en la efectividad.
La idea no es que la pura actualidad sea lo falso en contraste con la realidad más plena de la posibilidad; más bien habría que decir que la posibilidad es irreal, y que esa irrealidad es la plenitud más propia del hombre, lo que hace de él una negación de lo presente, que es verdaderamente lo que existe. Ahora bien, esta verdadera existencia significa tan poco para el hombre que podríamos incluso suprimirla de su propio concepto. Que el hombre habite más la irrealidad que la realidad no significa que habría por ello que buscar la realidad frente a esa irrealidad. Significa sólo que la irrealidad es el medio que utiliza el hombre para desarrollar su vida, y que sólo mediante la conciencia podemos darnos cuenta de la utilidad de una cosa como “lo real”.
Lo propiamente real, pero que, sin embargo, hay que considerar lo menos propio del hombre, es precisamente la actualidad. Pues en la actualidad se halla condensada la historia, es más, es ella el único testigo vivo de la historia y lo que verdaderamente queda de ella. La memoria como tal depende de esta actualidad, pues la memoria misma habita en el espacio y en el tiempo, siempre ligados a lo actual. La posibilidad como tal, tanto la futura como la pasada, es más bien un espejismo, una ideación posterior a la actualidad que deja de lado el problema de la misma. Como un espejo mal enfocado, (pero un espejo en cuya ausencia el hombre no sobreviviría), la mente piensa la posibilidad como algo perteneciente a la efectividad.
En realidad, la posibilidad conlleva dentro de sí esta paradoja; pues la posibilidad en cuanto posibilidad no es sino irrealidad, si entendemos esta irrealidad definida por oposición a la actualidad. Pero la posibilidad se quiere “posible”, por tanto, efectiva, aún cuando fuera del espacio y el tiempo de la actualidad no es sino propiamente “imposible” y aún cuando sea el horizonte donde se desplieguen todas las actividades humanas.
La posibilidad, por tanto, no es tal posibilidad en el marco de la efectividad, sino más bien imposibilidad, en cuanto que ella misma es y sólo es “posibilidad”. Sólo un suceso acaece, por tanto no es posible pensar en una multitud de sucesos que podrían ser candidatos. La posibilidad de los candidatos debe eliminarse una vez que sólo un acontecimiento tiene lugar. Éste es el extraño camino del destino.La consideración de la posibilidad como horizonte vital no nos enseña sobre la oscuridad en la que viviría el hombre. Más bien hay que doblar este pensamiento del revés y pensar en lo inútil que resulta siempre “la realidad” como tal. Esta actualidad nuestra es verdaderamente el punto en el que convergen pasado y futuro, memoria y perspectiva, historia y proyecto.
Y sin embargo se trata de la opacidad más funesta y muerta que cabe imaginar. Es por ello que el espíritu de la vida es la negación de esta opacidad, de este punto convergente que como un agujero negro se traga la totalidad en su pretensión de verdad absoluta. De nuevo los hechos tienden a marchitar la vida, y la vida ha de doblarse sobre sí para reafirmarse en lo negativo.
La idea no es que la pura actualidad sea lo falso en contraste con la realidad más plena de la posibilidad; más bien habría que decir que la posibilidad es irreal, y que esa irrealidad es la plenitud más propia del hombre, lo que hace de él una negación de lo presente, que es verdaderamente lo que existe. Ahora bien, esta verdadera existencia significa tan poco para el hombre que podríamos incluso suprimirla de su propio concepto. Que el hombre habite más la irrealidad que la realidad no significa que habría por ello que buscar la realidad frente a esa irrealidad. Significa sólo que la irrealidad es el medio que utiliza el hombre para desarrollar su vida, y que sólo mediante la conciencia podemos darnos cuenta de la utilidad de una cosa como “lo real”.
Lo propiamente real, pero que, sin embargo, hay que considerar lo menos propio del hombre, es precisamente la actualidad. Pues en la actualidad se halla condensada la historia, es más, es ella el único testigo vivo de la historia y lo que verdaderamente queda de ella. La memoria como tal depende de esta actualidad, pues la memoria misma habita en el espacio y en el tiempo, siempre ligados a lo actual. La posibilidad como tal, tanto la futura como la pasada, es más bien un espejismo, una ideación posterior a la actualidad que deja de lado el problema de la misma. Como un espejo mal enfocado, (pero un espejo en cuya ausencia el hombre no sobreviviría), la mente piensa la posibilidad como algo perteneciente a la efectividad.
En realidad, la posibilidad conlleva dentro de sí esta paradoja; pues la posibilidad en cuanto posibilidad no es sino irrealidad, si entendemos esta irrealidad definida por oposición a la actualidad. Pero la posibilidad se quiere “posible”, por tanto, efectiva, aún cuando fuera del espacio y el tiempo de la actualidad no es sino propiamente “imposible” y aún cuando sea el horizonte donde se desplieguen todas las actividades humanas.
La posibilidad, por tanto, no es tal posibilidad en el marco de la efectividad, sino más bien imposibilidad, en cuanto que ella misma es y sólo es “posibilidad”. Sólo un suceso acaece, por tanto no es posible pensar en una multitud de sucesos que podrían ser candidatos. La posibilidad de los candidatos debe eliminarse una vez que sólo un acontecimiento tiene lugar. Éste es el extraño camino del destino.La consideración de la posibilidad como horizonte vital no nos enseña sobre la oscuridad en la que viviría el hombre. Más bien hay que doblar este pensamiento del revés y pensar en lo inútil que resulta siempre “la realidad” como tal. Esta actualidad nuestra es verdaderamente el punto en el que convergen pasado y futuro, memoria y perspectiva, historia y proyecto.
Y sin embargo se trata de la opacidad más funesta y muerta que cabe imaginar. Es por ello que el espíritu de la vida es la negación de esta opacidad, de este punto convergente que como un agujero negro se traga la totalidad en su pretensión de verdad absoluta. De nuevo los hechos tienden a marchitar la vida, y la vida ha de doblarse sobre sí para reafirmarse en lo negativo.
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