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jueves, mayo 31, 2007

4 apuntes sobre Hegel

"El poder del espíritu pensante está en que, no sólo se aprehende a sí mismo en su forma peculiar como pensamiento, sino que, además, se reconoce a sí mismo en su exteriorización a través de la sensación y la sensibilidad, se comprende en lo otro de sí mismo, en cuanto transforma en pensamiento lo alienado y con ello lo conduce de nuevo haca sí. En esta ocupación con lo otro de sí, el espíritu pensante no es infiel a sí mismo, como si se olvidara o gastara, ni es tan impotente que no pueda comprender lo distinto de él, sino que se comprende a sí mismo y a su contrario. Pues el espíritu es lo general, que se conserva en sus momentos particulares, que se abarca a sí mismo y lo otro, y en esa forma es el poder y la actividad de superar de nuevo la alienación, hacia la cual está en movimiento." (Hegel, Estética).

1

Si no se comprende correctamente la idea hegeliana de alienación, corremos el peligro de creer que existen contradicciones allí donde sólo la extensión del concepto en su otredad es la que está ejerciendo su fuerza. Así pues es necesario entender que ciertas ideas o actos necesitan volverse sobre su antítesis como instrumento para alcanzar su propia definición. Tal curiosa estratagema nos hace comprender aquellas cosas que en primera instancia serían paradójicas; así pues, la filosofía habla de la existencia y parece fundirse en ella pero nunca de hecho ha saltado ese límite. O el espíritu moral se ve obligado a negarse a sí mismo para afirmarse frente a la ausencia de moral. Lo racional mismo ha de ser irracional para lograr su verdadera racionalidad. Pero al mismo tiempo tal estrategia nos ayuda a desenmascarar donde bajo la alienación una fuerza determinada está ocultando su verdadero principio. Cómo debajo de muchas actitudes irracionales se oculta una tensión puramente idealista, cómo debajo de lo aparentemente racional se libran conflictos contradictorios, cómo la filosofía que se vanagloria de fundamentar la existencia fáctica en contraposición con el idealismo anticuado no es sino un abstraccionismo que impide que su propio tema defina el impulso primero de abstracción. Ver qué cosa se despliega en cada desarrollo, saber delimitar donde empieza y donde acaba una cosa aunque ella diga ser lo contrario, es una labor en la cual el concepto de alienación es un útil imprescindible. Esa correcta delimitación es la delimitación de la esencia, es por tanto una delimitación no meramente lógica, sino ontológica; es aquello de lo cual beben sus restantes manifestaciones.

2

La alienación es siempre el deseo de realización de una cosa en su opuesto. El amor es pues, la mejor forma de la alienación. La tensión que provoca la alienación es la causa de su posterior significado negativo. El no estar en uno no sería malo si realmente pudiera uno completarse en lo Otro. Eso otro no se puede completar sino por medio de la destrucción de lo Uno en lo Otro. Ello impide por tanto que en la medida en que exista alienación de lo Uno en lo Otro haya consumación, y por ello, permanece lo Uno en el sufrimiento de su otredad inalcanzable. En cuanto que lo Uno tiende a lo Otro como medio de conocerse a sí mismo, se puede decir que el Uno está siempre agujereado por el deseo de lo Otro. Y sin embargo lo Otro no es sino el medio para conocerse el Uno a sí mismo. Lo que sucede que tal desarrollo no llega nunca a ese fin, y por el contrario el Uno se pierde en su propio espejo, sin cerrar el ciclo que Hegel quería para su Espíritu Absoluto. Al no existir superación, el Uno se enfrenta en el desgarro que significa haberlo dado todo a su enemigo con la consecuente destrucción de su identidad inmediata. En esa tensión lo que se manifiesta como lo Otro no es sino lo Uno, que no acabó de cerrar el ciclo de su infinitud. El movimiento del pensamiento se pierde en el trance hacia su victoria y el proceso de su desarrollo deviene hacia el proceso de su destrucción.

3

El objeto alcanzado por la conciencia ha cristalizado en el concepto. La conciencia no puede acceder al objeto sino se elimina momentáneamente a sí misma, si no naufraga en la experiencia del objeto. En el naufragar no puede existir la autoconciencia. Por eso no existe una síntesis que elimine la contradicción. La extensión de la conciencia va primero desde sí misma al objeto, y el salto hacia el ser mismo del objeto significa romper la extensión que cobijó al objeto en la conciencia bajo la forma del concepto. Tal salto significa hablar de un nuevo principio. Ya no hablamos de la conciencia, sino de la inconsciencia. En tal salto no se puede pensar una síntesis final, porque la extensión del primer principio se partió. Ello no quiere decir que la conciencia no pueda naufragar en su antítesis: pero es una antítesis menor, una antítesis que pertenece al principio propio del movimiento de la conciencia. Entre esta antítesis y la verdadera antítesis hay más distancia que entre la conciencia y el principio que se le opone, pero en el cual la conciencia aún queda como conciencia. Por eso es tan difícil distinguir donde comienza y donde termina la extensión de la conciencia en su alteridad pero sin embargo es fácil distinguir aquello que está fuera, sin lugar a dudas, del movimiento de la conciencia.

4

La tesis más importante de Hegel es aquella que define el pensamiento como un movimiento. Pero ello es lo que frustra de alguna manera toda estaticidad del pensar al tiempo que es condición de que exista. Existe la filosofía porque la filosofía no puede tener fin, porque es un problema cuya condición es que ella misma siempre esté abierta. Si se rompiera esa condición la filosofía sería religión o dogma. La filosofía sólo tiene la forma de la indicación, de la insinuación. Es una prostituta romántica que insinúa una presencia cuando en su fondo sólo hay pura indeterminación. El pensamiento, por tanto, es un movimiento. La duda y el pensar son ejercicios de un algo que se mueve de un lado a otro, evaluando, inquieto. Eso es lo que hemos llamado lucidez o autoconciencia. No existe un estado superior a éste sino en su opuesto, aquel otorgado a los poetas y a los sacerdotes. El estado místico de subsunción en lo divino, donde del espíritu primero ya sólo queda la carne exterior. Si tuviera razón Hegel, todo filósofo debería transitar la locura como medio para llegar a la sabiduría. Pero no se transita la locura para llegar al saber, pues no hay desarrollo entre uno y otro, sino sólo ruptura. Hay que distinguir el desarrollo de una unidad en su diversidad, y en este caso decir que no se tiene experiencia de la absoluta exterioridad, (y por ello podemos desmantelar tesis que dicen ser sus antítesis), y la diferencia absoluta; esta diferencia no es susceptible de saltar por ninguna dialéctica.





4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Una prostitua romántica?

Anónimo dijo...

Y haciendo buenas tus palabras...

Existe la filosofía porque la filosofía no puede tener fin, porque es un problema cuya condición es que ella misma siempre esté abierta

Dejas un par de preguntas abiertas... :D

No sería la conciencia un saltar de uno mismo al otro en relación al feedback que se recibe?

Es decir, desde tu propia conciencia se acomete el conocimiento del otro... el cual te ayuda a conocerte a ti mismo... lo cual te resitúa ante el otro de nuevo y vuelta a empezar.

Si el pensamiento es movimiento, el conocimiento nunca puede (ni debe) tener fin, no?

Renton

Unknown dijo...

No entiendo muy bien lo del feedback, pero si, creo que el pensamiento está condenado a avanzar ilimitadamente. No es tan raro esto, pues también la vida está condenada a avanzar eternamente.

saludos, renton.

Anónimo dijo...

Feedback es respuesta... perdona por el anglicismo.

creo que el pensamiento está condenado a avanzar ilimitadamente

Hasta que exista el hombre, claro, ahora bien, lo importante es determinar la dirección que toma dicho pensamiento.
Si el hombre orienta el pensar en banalidades, entonces desaprovecha su potencial.

Lo que quería decir es que no puede haber conciencia plena de uno mismo sin interrogarse sobre el otro.

Al mismo tiempo, cuanto mayor es el conocimiento de la alteridad, más descubre de sí mismo.

'Amos, digo yo...


Renton