El panteísmo puede comprenderse como un último intento desesperado por saciar la sed metafísica en el hombre. La divinidad reducida a principio inmanente de las cosas no significa que la naturalización de la divinidad sea una acción genéticamente opuesta a la del asceta que mira el despliegue de un mundo que no comprende desde su torre solitaria.
La filosofía de Bruno, que concibe el mundo como una unidad homogénea y teleológicamente dirigida, es imposible aunque hermosa, e imposible porque si bien el Universo es verdaderamente bello y perfecto, el hombre representa una anomalía en él. Y si el hombre forma parte del Universo, entonces éste se halla también lacerado en su interior en la medida en que alberga al hombre. Ha de haber una ley natural que mantenga al mundo en una desemejanza consigo mismo desde el principio, de la que más tarde emergería la necesidad de una eterna reconciliación.
También puede comprenderse desde este punto de vista la filosofía panteísta. El hombre queda redimido de su pecado en la medida en que él mismo es una parte de ese despliegue místico y vital. La conciencia individual se disuelve en la promesa de la unidad del todo, en la idea de que una falsa concepción de las cosas nos ha impedido gobernar la vida desde su más absoluta unidad, desde su íntima coherencia. La mística panteísta deviene así en una metafísica de lo Uno, donde la vida o un principio unitario sería el lazo de unión de la división del mundo en su múltiple apariencia.
Que la idea de que las apariencias dispares del mundo son en realidad tan sólo una cosa en sus distintas manifestaciones no deja de ser una operación del entendimiento, una operación que a la manera de la categoría reasume de nuevo la pérdida del sentido inyectando una igualación que permite el control de ese mundo inapresable. En efecto, sin esta unificación conceptual el mundo se nos haría siempre distinto a sí mismo en cada una de sus manifestaciones, de modo que ya no podríamos hablar de mundo. Esta es la idea que se expresa en el cuento de Funes el Memorioso, de Jorge Luis Borges. En este relato el protagonista tiene la extraña virtud de comprender cada imagen como única y exclusiva, y entonces resulta que el perro de las tres y catorce(visto de perfil) es de tal manera distinto del perro de las tres y cuarto (visto de frente), que el protagonista no puede comprender que ambos tengan el mismo nombre.
Esta unidad conceptual hace posible la comprensión de un mundo, pero en esa medida nos abisma en la imposibilidad de extirpar la metafísica del mundo. Pues la necesidad de esa comprensión ya instaura las condiciones de posibilidad bajo las que se podrá donar a sí misma. Sin embargo, tal comprensión es por principio imposible si es verdad que el hombre es una anomalía. Ello no significa que haya que considerar la culpa del hombre como algo propio de tal anomalía. El panteísmo nos libra de esta conciencia mediante la destrucción óptica de la falla originaria. Pero al mismo tiempo nos hace libres de una conciencia de pecado que nos haría aún más miserables.
La conciencia del pecado es, en fin, una broma macabra e insolente que no tiene en cuenta la desgracia propia del ser humano. Pues si así fuera, sólo a un degenerado podría ocurrírsele agravar su pena mediante la pasiva contritio, y ese degenerado tendría como padre a un oscuro alemán llamado Lutero.
3 comentarios:
¿No te parece, David, que en la tesis cristiana del Pecado Original puede haber algo de la visión metafísica del hombre como anomalía? (no me refiero al cristianismo histórico, sino al originario, el más estrictamente vinculado a los Evangelios?).
En la religión y en la filosofía, en suma, en cualquier sistema 'metafísico' o 'nihilista' se da ese pathos de conciencia de la ruptura originaria y de búsqueda de ese Uno que se percibe como necesario. De ahí, creo yo, que todoas las creencias o ideologías tiendan tan descaradamente hacia la certidumbre, el apuntalamiento de certezas contigentes como si fueran absolutas y el derrumbe de todo planteamiento que mantenga cierto grado de apertura.
Por cierto, brillante tu texto. Aprendo mucho con ellos.
saludos
La diferencia fundamental entre panteísmo y monoteísmo es que el primero ve a Dios como una fuerza, mientras que el segundo lo identifica con la Verdad. Una fuerza, por grande que sea, no puede ser ilimitada. La Verdad lo es por esencia.
Hola, Horrach.
Creo que si, que en esa tesis está resumido de alguna forma todo esto que venimos hablando. Y, es verdad, quizás la causa de ese fundamentalismo metafísico esté realmente emparentada con la necesidad de coser aquella anomalía. Nada mas claro de esto en Hegel, que entiende la reconciliación como el más alto grado de su filosofía, alli donde el espiritu ha tomado conciencia de si superando el dualismo del sujeto y del objeto. Pero como es bien sabido, ello no conduce a una politica de tolerancia. Hegel ha definido su sistema como "ciencia", con las consecuencias conocidas.
Saludos.
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