Abocados al esteticismo a causa de la fragilidad de la razón, hoy en día el único cauce para representar la metafísica ha sido la poesía; pero su posibilidad ha sido desterrada nuevamente, esta vez a causa de lo que Schmitt llamaría “época de las neutralizaciones” y Weber “desencantamiento”. Pero con la teología y la filosofía han muerto en este tiempo también las secularizaciones del pensamiento. Tampoco la poesía es capaz hoy de resistir este duro embate.
O al menos es esto lo que le plantean los nuevos tiempos. Más en concreto, lo que se pone como reto a la poesía es que supere su ámbito de acción. La poesía sólo puede ejercer una vasta función sino se limita a la pura metafísica. El contenido filosófico o vital de la poesía es hoy en día tan breve, tan corto, que se podrían indicar sin dificultad sus límites y sus sentidos. Trazar el ámbito o el contenido de la poesía actual es sencillo, y lo primero que se debe hacer es captar con claridad este asunto para saber si la poesía es hoy capaz de proponer o de luchar contra el monstruo que la pone a prueba.
Aquí van unos trazos de cuales son esos ámbitos desarrollados por la poesía en general y por la poesía actual en particular, que incide de una forma tan grave sobre ellos que uno llega a plantearse si la poesía no será en realidad una renuncia más general al intento de comprensión de un tiempo que se le escapa. En efecto, es el ámbito de la metafísica en su forma mística lo que toda poesía tiende a repetir, incansablemente. Lo que se pone de relevancia de continuo es la incapacidad del lenguaje por apresar la realidad, la insatisfacción que provoca la falta de identidad o referencias, el continuo deambular por el mundo a través de sus márgenes, pero sobretodo un intento desesperado por alcanzar una “intuición intelectual”, en términos de Schelling.
En todo esto la poesía no tiene por qué engañarse, pero cabría plantearse, ¿es posible por tanto reducir la función de la poesía a un temario filosófico concreto, en este caso, el de la intuición intelectual, en la del intento de aprehensión de lo infinito mediante el rechazo explícito de la razón? ¿Debería o podría la poesía trascender esta limitación y proponer un auténtico transvase del pensamiento sin necesidad de limitarse a la experiencia mística?
En la poesía actual se repite continuamente un motivo, o a lo sumo dos; por un lado, la obediencia estúpida a la dictadura enmarañada del postmodernismo, la insistencia absurda en una especie de satisfacción ingrata en lo banal y en lo efímero, la apología de una finitud que la conciencia nunca puede soportar, y en general el cultivo de lo fragmentario y lo accesorio; por otro lado, la renuncia y el desasosiego, la desesperanza mediante el recurso último de lo místico y lo metafísico, entendido o bien como pérdida o bien como imposibilidad. Estos dos ámbitos son legítimos en la filosofía, pero es preciso comentar que ellos no la agotan. Queda mucha filosofía más allá de la metafísica y el misticismo, pero no es posible ensanchar el contenido actual de la poesía más allá de estas dos posiciones.
La idea de la fragilidad de la razón, que en un tiempo derivó en el esteticismo, se ha transformado ahora en la fragilidad propia del arte, en la misma desvalorización del arte. Se trata de la huida de lo serio de todos los campos de la expresión humana. Parecía que el fin de la razón pronosticaba de algún modo el fin del arte, entendido como sustituto. Lo espiritual, que prevalecía primero en la religión, luego en la filosofía y por último en el arte, acabó por desaparecer de toda esfera del pensamiento contemporáneo. Pero su herida, su hueco, su duelo permanecen en la forma de la poesía actual. Convertir ese duelo en la responsabilidad de recuperar las funciones antiguas donde se asentó una vez el espíritu, debería ser la tarea de la poesía contemporánea.
O al menos es esto lo que le plantean los nuevos tiempos. Más en concreto, lo que se pone como reto a la poesía es que supere su ámbito de acción. La poesía sólo puede ejercer una vasta función sino se limita a la pura metafísica. El contenido filosófico o vital de la poesía es hoy en día tan breve, tan corto, que se podrían indicar sin dificultad sus límites y sus sentidos. Trazar el ámbito o el contenido de la poesía actual es sencillo, y lo primero que se debe hacer es captar con claridad este asunto para saber si la poesía es hoy capaz de proponer o de luchar contra el monstruo que la pone a prueba.
Aquí van unos trazos de cuales son esos ámbitos desarrollados por la poesía en general y por la poesía actual en particular, que incide de una forma tan grave sobre ellos que uno llega a plantearse si la poesía no será en realidad una renuncia más general al intento de comprensión de un tiempo que se le escapa. En efecto, es el ámbito de la metafísica en su forma mística lo que toda poesía tiende a repetir, incansablemente. Lo que se pone de relevancia de continuo es la incapacidad del lenguaje por apresar la realidad, la insatisfacción que provoca la falta de identidad o referencias, el continuo deambular por el mundo a través de sus márgenes, pero sobretodo un intento desesperado por alcanzar una “intuición intelectual”, en términos de Schelling.
En todo esto la poesía no tiene por qué engañarse, pero cabría plantearse, ¿es posible por tanto reducir la función de la poesía a un temario filosófico concreto, en este caso, el de la intuición intelectual, en la del intento de aprehensión de lo infinito mediante el rechazo explícito de la razón? ¿Debería o podría la poesía trascender esta limitación y proponer un auténtico transvase del pensamiento sin necesidad de limitarse a la experiencia mística?
En la poesía actual se repite continuamente un motivo, o a lo sumo dos; por un lado, la obediencia estúpida a la dictadura enmarañada del postmodernismo, la insistencia absurda en una especie de satisfacción ingrata en lo banal y en lo efímero, la apología de una finitud que la conciencia nunca puede soportar, y en general el cultivo de lo fragmentario y lo accesorio; por otro lado, la renuncia y el desasosiego, la desesperanza mediante el recurso último de lo místico y lo metafísico, entendido o bien como pérdida o bien como imposibilidad. Estos dos ámbitos son legítimos en la filosofía, pero es preciso comentar que ellos no la agotan. Queda mucha filosofía más allá de la metafísica y el misticismo, pero no es posible ensanchar el contenido actual de la poesía más allá de estas dos posiciones.
La idea de la fragilidad de la razón, que en un tiempo derivó en el esteticismo, se ha transformado ahora en la fragilidad propia del arte, en la misma desvalorización del arte. Se trata de la huida de lo serio de todos los campos de la expresión humana. Parecía que el fin de la razón pronosticaba de algún modo el fin del arte, entendido como sustituto. Lo espiritual, que prevalecía primero en la religión, luego en la filosofía y por último en el arte, acabó por desaparecer de toda esfera del pensamiento contemporáneo. Pero su herida, su hueco, su duelo permanecen en la forma de la poesía actual. Convertir ese duelo en la responsabilidad de recuperar las funciones antiguas donde se asentó una vez el espíritu, debería ser la tarea de la poesía contemporánea.
7 comentarios:
¿No podría decirse exactamente lo contrario?
Claro! de cualquier cosa puede decirse su opuesto, lo que no implica que también sea verdad. Saludos anónimos.
Pero entonces, ¿algo puede ser y no ser de la misma manera y a la vez?
Aja, has entendido a la perfección. Saludos.
Muchas gracias, maestro. Ahora todo está mucho más claro. La luz del sol oscuro quemado por la muerte baña los páramos interiores, en los que la devastación brota tomando las riendas del carro de la consciencia.
La luz de la oscuridad es sin duda más luminosa que el más radiante de los astros. Has comprendido bien...en cuanto a ese viejo de Aristóteles..dejemos que sus huesos sigan haciéndose polvo en la tumba de su principio de no contradicción. Saludos, hijo.
juas juas... eres un crack... no has perdido tu flow hermano, solo lo enmascaras de formalidad y buenas maneras,
pero sigues toreando la mar de fino jejeje
pues si, en el ocaso de la humanidad la poesia no iba a ser menos... ni la pintura, o la escultura, la musica, la filosofia....
Andres
Publicar un comentario