Ya es oficial. La
constitución de un nuevo conocimiento popular está en marcha. Ese
conocimiento podría llamarse conocimiento conspirativo, y no se
trata solo de un fenómeno marginal. Los eruditos y filósofos suelen
despacharlo con rapidez- si es que acaso se detienen un segundo a
analizarlo- pero siquiera un temperamento sociológico vulgar podría
descartar el levantamiento de acta de un acontecimiento cuanto menos
preocupante. Ya se trate de extraterrestres que ocupan puestos de
poder en el llamado Nuevo Orden Mundial, ya se trate de fumigaciones
descaradas sobre la población -los llamados chemtrails-, o el
aparente descubrimiento de que la tierra es hueca en realidad, el
caso es que toda una serie de fenómenos comienzan a ser
interpretados, por bastantes personas, en un sentido abiertamente
paranoico. ¿Por qué sucede todo esto? Aquí solo podemos sugerir
hipótesis. En todo caso, hay pistas que nos inducen a pensar que
detrás de estos fenómenos de opinión- marginal hoy, mañana quién
sabe- existen una serie de acontecimientos que, si bien no podemos
considerar como sus auténticas causas, podrían ir parejos con
aquellos fenómenos o explicarlos en parte. Esos acontecimientos
obedecen también a razones filosóficas.
En primer lugar,
podríamos avanzar, como primera hipótesis explicativa, la
destrucción de las barreras al poder global. Antes de la caída de
la Unión Sovíética, existía un límite garantizado al poder
omnívoro de cualquiera de las potencias en pugna. La destrucción de
ese límite se pagaba con el riesgo de un holocausto nuclear. Tras la
destrucción de todo límite que hiciera frente al imperio
capitalista, su poder se ha difuminado por todo el globo, llegando a
todos los extremos de la tierra. Si bien es cierto que en general esa
expansión se ha logrado sin traumas físicos -al menos en la
sociedad occidental- el sujeto se ha visto psicológicamente forzado
a decidir: si renuncia al envite del sistema, pagará con su salud
mental, pues no podrá acogerse a otro modelo social, político y
vital que le ofrezca un modo distinto de comprender y organizar su
propia vida. El actual renacimiento de las teorías conspirativas
podría ir en esa dirección.
La segunda razón es
solidaria de la primera. La expansión del poder capitalista a lo
largo y ancho del globo no ha sido respondida con la misma intensidad
por un contrapoder constituyente suficientemente eficaz como para
crear una hegemonía alternativa. De hecho, la subjetividad social ha
permanecido, hasta el momento, fragmentada atómicamente en
subjetividades individuales, aisladas. Cuando se ha unido en forma de
colectivos de resistencia, no ha podido, sin embargo, exportar tal
experiencia al conjunto de la sociedad- por distintos que sean los
motivos-. El aislamiento del individuo atomizado, incapaz de
reproducirse exitosamente en una colectividad o en una sociedad, lo
ha conducido a producir sus propias teorías, a levantar una
hegemonía individualizada con la que protegerse del riesgo
enemigo global. La incapacidad por parte de la sociedad resistente a
la hora de crear una hegemonía capaz de defenderse intelectual,
política y socialmente a la agresividad del neoliberalismo
estadounidense, ha permitido la construcción de un individuo
solitario y aislado, que percibe la omnipotencia del poder como una
amenaza para su integridad física y psicológica. La incoherencia
generalizada de las ideas conspiranoicas, superpuestas unas a otras
sin un mínimo de unidad, puede dar razón de esta hipótesis.
De todos modos, faltaría
por dar cuenta del temor que vertebra toda teoría
conspirativa. Hay en todas ellas la idea de que un agente externo
planifica con una maldad inusitada una serie de objetivos y proyectos
oscuros en los que el individuo en particular y la sociedad civil en
general hacen de medios o de víctimas. El sujeto paranoico da por
supuesto en todo caso que la última intención de su enemigo es
destruirlo a él en base a lograr un interés egoísta, por ejemplo,
lograr el poder del mundo entero o hacerse con las riquezas de toda
la población. Lo cierto es que esto es verdad. Los administradores
del poder de este mundo no han hecho otra cosa distinta a lo largo de
la historia. La única diferencia con respecto de nuestro momento
actual es que las antiguas justificaciones han
dejado de surtir efecto y ahora el interés se abre paso de forma
descarada sin necesidad alguna de legitimación. Mediante la
apelación a Dios en la Edad Media y mediante la apelación al
progreso y la emancipación en la Edad Moderna, lo cierto es que
estos relatos de legitimación no solo colocaban un velo sobre los
actos más inmorales de aquellos que ostentaban el poder, sino que
además servían de consuelo metafísico para las almas de los
subyugados. Dado que hoy no hay relato alguno con el cual justificar
la inmoralidad flagrante de los poderosos, tampoco hay consuelo
alguno para los oprimidos. El pensamiento conspirativo sospecha de
las intenciones de los poderosos, y con razón. Dado que no existe
ningún freno político ni moral para las acciones de aquellos que
gobiernan el Nuevo Orden Mundial, es lógico pensar que serán
capaces de todo: eso incluye, por supuesto, fumigar a la
población a plena luz del día o permitir que los extraterrestres
ocupen puestos importantes en la administración del estado.
Hay una razón más que
podríamos añadir a las expuestas. La cabeza de la serpiente
hegemónica hoy en día es difusa. La globalización tiene, por
supuesto, sus núcleos de irradiación, pero la responsabilidad
última del estado de cosas mundial está evaporada. La sociedad en
red no solo beneficia a los procesos de informatización, sino a la
distribución en red del poder. No sabemos si quienes gobiernan en
última instancia son los políticos, las grandes corporaciones o un
grupo de iluminados- los Iluminati- que saben muy bien hacia dónde
camina la humanidad. No hay sujeto constituyente de resistencia, pero
tampoco sabemos muy bien dónde situar el sujeto constituyente de
poder. Puede estar en todas partes, también encima de nuestra casa,
acechándonos. Lo que está claro es que todos los motivos expuestos
promueven un modo de pensar esquizofrénico, paranoico en suma.
Debemos rezar para que el éxodo antropológico del que hablan
Negri y Hardt en su brillante Imperio no sea el camino de la
psicosis paranoica, de la desconfianza. Y en último término, ¿Quién
sabe si tanta locura no sea la consecuencia de que nuestros gobiernos
estén fumigándonos mediante chemtrails arrojados desde el
aire?
5 comentarios:
¿Y tú qué piensas al respecto realmente?
Oups, difícil me lo pones, amigo! ¿Quién sabe? Tendremos que esperar al futuro...
Haces bien... yo, sin embargo, no sabría mantenerme neutral (¡imprescindible para gestionar un blog!). Soy chica, sorry, que antes ni he firmado el comentario si quiera.
siquiera
Perdona entonces por haberte llamado "amigo", amiga...;)
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