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martes, enero 25, 2011

Fragmento del proyecto Swank (II)

Confío en vosotros, los jóvenes de espíritu, que conocéis, tenéis llena la testa de valiosa información y no teméis la odiosa autoridad. Por eso doy por supuesto en vosotros una serie de conocimientos filosóficos y científicos, y me permito apelar a ellos para animaros en la búsqueda de la virtud.

Digo todo esto porque me enerva escuchar a vuestros catedráticos. Una de las cosas que la universidad ha expandido como un virus mortal es la creencia en que hay que ponerlo todo en duda, en que hay que cuestionar las opiniones recibidas. Lo que parece en principio un acto natural de la razón deviene, poderosamente calculado, en falta atroz. Muchos de vosotros habéis sido ahogados bajo esas garras, pero lucháis ansiosamente porque algún otro ponga en evidencia esta fatalidad que se quiere hacer pasar por gracia. Pues, precisamente, ¡Maldita la gracia! Yo os diré lo que hay que hacer.

Primero, desconfiar de esa puta llamada duda. Nada más fatídico. Vuestros catedráticos os hablarán de la sospecha, de la puesta en cuestión de toda idea, con lo que ello significa: la pérdida de confianza en lo que nos rodea, la incapacidad de asir con fuerza la materia. El profesor sospecha de la autoridad, el paciente del médico, el vecino del vecino. Como todos miran con tres ojos la silla que hay enfrente suya, ya nadie puede afirmar con seguridad qué es lo que sabe. Prefiero un solo conocimiento seguro a mil conocimientos dudosos. Y ahora lo único que poseemos son conocimientos dudosos.

¿Os dais cuenta de la grave amenaza que supone todo esto? El joven de otro tiempo tenía menos fuerza, estaba más debilitado a causa de la escasez de sus alimentos y la oscuridad de su época, pero mantenía con vigor la certeza en su convicción. El joven de hoy, más mimado, más ducho en los placeres del conocimiento, desconfía sin embargo de su propia sombra, mira debajo de la cama antes de acostarse y reza con “quizás”. Este quizás no es un quizás positivo, sino la ferviente desconfianza hacia las cosas que debe conocer, su recelo y su apatía puramente patológicos.

Pero es que tampoco hay nada tan dulce como darse al placer de la duda. Nos sitúa convenientemente en aquel lugar en el que uno siempre es juez y no juzgado, nos absuelve de nuestras obligaciones y nos viste la toga de esa sombra que solo diagnostica, sin atreverse a actuar. La duda dirige un dardo hacia el centro de la autoridad, socavando toda pretensión de solidez. Con ello, el joven queda al margen, pero al precio de poner continuamente una venda a ese abismo de dolor que ha abierto con su gesto negligente.

La duda es catastrófica. La duda permite replantearse si el hombre acaso sea la creación más bella de la naturaleza, y no quizás el pelícano. La duda convierte el blanco en negro, y a ambos en el gris, color de la pura indeterminación, de la incapacidad cognoscitiva para aprender la realidad. La duda es el porvenir de los pelícanos; la convicción, el futuro del hombre. Ahora yo os pregunto, ¿Queréis servir a un esclavo? Pues la duda se convierte en patrimonio del débil y cabalga sobre los hombros de los siervos, mas la afirmación pone la mano sobre el mundo y lo moldea a su forma.

Ahora que sabéis, ahora que poseeis en vuestras manos el báculo de la información, es más fácil que antes poner todos los medios para modificar las cosas. Y para ello necesitáis volveros hacia la confianza humana, a fin de evitar los peligros que quieren arruinar a nuestra especie. Olvidaros de esa lacra llamada pensamiento. No necesitamos pensadores, sino actores. La materia nos llama desde su oscura nulidad y pide a gritos manos que la azoten, que la organicen, que la lleven a donde quiere ir: la luz meridiana de la afirmación, la luz del mediodía. Y que los profesores vuelvan a sus cuevas.

domingo, enero 16, 2011

Anonymous y similares.

Algo comienza débilmente a iluminarse en el horizonte de la emancipación. Este concepto, sospechoso de pertenecer a una ya caduca interpretación materialista del devenir humano, que confiaba todavía en una especie de sujeto con propósito y conciencia, toma de nuevo el papel de un cierto protagonismo en nuestro tiempo, bien que ya alejado de toda construcción sistemática. Nuevas acciones contra el status quo, una especie de concienciación global sobre los desperfectos morales y sociales ocasionados por la ideología del neoliberalismo económico, comienza a brotar con fuerza.

Dos características, a golpe de vista, distinguen estos movimientos, a los que podríamos añadir una tercera. La primera, su simpleza dogmática. Frente a la erudición propia de los teóricos, que se deriva de una especialización inevitable a la hora de administrar el conocimiento, se elevan propuestas firmes y concretas, ya olvidadas bajo el polvo de las tesis doctorales, y que aluden a una urgente rehabilitación de la dignidad humana. Grupos como Anonymous luchan por los derechos humanos en internet, se organizan según estrategias concretas que eluden los altos vuelos teóricos, ridiculizando en gran medida el apoltronamiento de los eruditos en sus cada vez más abandonadas universidades, ocultos en la mediocridad de sus cargos; el anónimo no coincide con su vecino en los fundamentos teóricos más elevados, pero no le hace falta: se une a él cuando de lo que se trata es de reivindicar una injusticia y un abuso.

La segunda característica, podríamos afirmar, es su descentramiento. Esta característica no es, desde luego, propia únicamente de grupos como Anonymous; caracteriza también a los movimientos revolucionarios antisistema y a las estructuras terroristas del fundamentalismo islámico. Pero ilumina una cuestión: que en nuestro siglo XXI, es imposible ya pensar en una estructura monocéntrica y con sujeto perceptible. Una tesis de la filosofía postmoderna de la que Anonymous parece ser más que consciente: en su organización no se permite ningún líder, todos marchan en sus manifestaciones con máscaras y organizan sus acciones de forma local y concreta. La acción no es largamente teorizada o premeditada; en el chat se discute un boicot de emergencia y se lleva a cabo. El funcionamiento es simple.

La tercera característica, no menos importante que las anteriores, es que su reivindicación se da fundamentalmente en un plano mediático, el de internet. Rotas ya las divisiones en clases, la revolución solo puede comenzar aquí. Lo paradójico es que en la sociedad de clases aún existe una relación directa entre ambas. Principio del ajedrez según el maestro Antonio Gude: el ataque implica un contacto entre las piezas. De la misma forma, el burgués está en inmediato contacto con el proletario, la sociedad de clases implica una relación corporal entre los elementos de las distintas clases. La abstracción progresiva de las relaciones sociales en nuestro mundo, sin embargo, implica que exista un abismo entre la clase que ostenta el poder mediante el que define lo real, y la clase revolucionaria, en este caso bajo la fachada de una pantalla de plasma, que convierte la lucha en algo más simbólico y, podría afirmarse, menos efectivo.

La primera de estas características es ambigua. En efecto, la simpleza dogmática no es algo positivo desde el plano intelectual. La heterogeneidad de los fines que persiguen los grupos antisistema actuales evidencia un vacío teórico que paradójicamente se lleva mal con el pedantismo de las cátedras. Mas este vacío incide en mayor medida ahí donde se debe tomar una decisión y llevar a cabo una acción que en el núcleo mismo de la teoría. Nadie podría reprochar a un Eagleton, por ejemplo, escasez de ideas o análisis. Pero lo que determina una profundidad abisal en el conocimiento implica una ralentización o espasmo ante la acción inmediata. A esto hay que sumar el profundo escepticismo de nuestros tiempos ante ambos pilares: conocimiento y acción. Nada más apaleado en nuestro tiempo que la ideología, nada más peligroso. El temor a caer en los males del totalitarismo ha llevado también a una homogeinización global de las opiniones, que necesariamente caen así bajo los yugos del sistema establecido. Por otro lado, aquellos que han hablado larga y profundamente de la emancipación en términos académicos – escuela de Frankfurt y similares- no parece que hayan resucitado el espíritu revolucionario de un Marx en sus acólitos, sino más bien la complacencia teórica y el conocimiento alejado de la acción inmediata.

Y sin embargo esta simpleza dogmática ha de revelar algo más, a saber: que bajo distintos presupuestos, bajo visiones teóricas dispersas y distintas, gobierna un malestar general, un rechazo generalizado ante el status quo suficientemente fuerte como para dejar atrás sutilidades teóricas. Esto dice algo, o mucho, de la situación perceptiva que está originando el poder, y de alguna manera, debe interpretarse como algo positivo. La debilidad de esta formación viene, sin embargo, asociada con su segunda característica, la descentralización.

¿Puede una organización des-organizada- como reconoce Anonymous- generar una acción potente y duradera? En Anonymous no solo se ha borrado la figura del líder, de la autoridad intelectual, sino que se ha rechazado por principio una acción global y con teleología propia. Como la mayor parte de los grupos que han renunciado a las utopías del anarquismo o el socialismo, el grupo antisistema tiene por principio la acción local. Nuestra pregunta es obvia, ¿Es suficiente esto para cambiar algo de forma permanente?

Familiar de esta pregunta es, por último, la tercera característica. Es importante considerar si la acción contestataria va a nacer, como forma ya organizada y seria de ataque más permanente al poder, desde el medio concreto de internet, o si únicamente tiene su fin ya en este medio. Decidir esta cuestión definiría también la importancia o el significado que pueden llegar a tener las acciones de estos grupos en el devenir social y político de nuestro siglo.

Vistas, por fin, estas características, uno se plantea si los aspectos negativos no pesarán más sobre los positivos. La corrupción de nuestro mundo ha llegado a tal punto que parece difícil imaginar una rebelión seria y organizada contra un entramado que también es, por supuesto, descentrado, que no tiene una cabeza visible y que se desparrama entre las operaciones encubiertas de un broker en Wall Street y un empresario en Malasia. La falta de un corpus teórico dirigido a la emancipación- bien por falta de teoría, bien por exceso- y el escepticismo hacia los proyectos emancipatorios, determinará también buena parte de la fuerza de estos grupos. Por último, una acción que solo catapulte la torre de internet puede ser, quizás, insuficiente, a la hora de perseguir objetivos más firmes. La acción local es bienvenida, pero de nada sirve si no está inmersa en un proyecto de disolución más serio y permanente. El futuro puede consistir muy bien en una barricada virtual frente a un mundo real en el que se desenvuelven relaciones de poder y violaciones en masa de los derechos humanos. Ese abismo entre la red y la existencia inmediata y real debe ser suprimido si se quiere provocar un efecto duradero en la sociedad. Desde nuestra parte, sin embargo, saludamos semejantes iniciativas como la emprendida por grupos como Anonymous y similares.