Ayer,
en una entrevista realizada a Mariano Rajoy en un canal de televisión
muy conocido, el candidato a presidente de gobierno expresó, no
sabemos si siendo totalmente consciente de ello, una verdad
habitualmente escondida, cuando no negada, por nuestros dirigentes
políticos, pero que no puede pasar desapercibida para el conjunto de
la población. A la pregunta de si las medidas tomadas por Merkel en
Alemania eran de derechas, Rajoy contestó que no. Y a continuación
dijo algo así como que las diferencias ideológicas de los partidos
en pugna no
son esenciales, como en el siglo XIX, por fortuna. Tremenda
afirmación. Parece que por extraer lo positivo de esta afirmación
Rajoy no se da cuenta de que pone en jaque la legitimidad de los
partidos políticos actuales.
Porque
minutos antes Rubalcaba hacía otra peligrosa afirmación. A la
pregunta de si era de izquierdas, Rubalcaba contestó que sí. Sí,
era de izquierdas. Rubalcaba es de izquierdas. El problema es que
entre Rubalcaba y Rajoy, Rajoy tiene razón y Rubalcaba miente. Es
decir, es mucho más cierta la afirmación de Rajoy: las diferencias
ideológicas entre los partidos enfrentados y que se venden como
única alternativa seria a la forma de administrar la cosa pública
en España, no son esenciales. ¡No son esenciales¡ No lo son.Como
decía el 15M, PP y PSOE, la
misma mierda son.
Rajoy tendría que estar de acuerdo con esta afirmación.
Y
es que es verdad que cuando se dice que lo que les viene a nuestros
políticos por delante es un marrón muy serio, acentuado por una
crisis inevitable que exige, según ellos, medidas serias- esto es,
medidas concretas, ni de izquierdas ni de derechas- que hagan posible
lo que llama Rubalcaba la competitividad
(?) de
España frente a gigantes emergentes como la China, India o Brasil.
La solución de esta crisis se complica cuando las posibilidades de
ejecutar reformas estructurales están determinadas por una política
de corte neoliberal en un escenario en el que una serie de países
centrales -Alemania y Francia- han decidido por ellos mismos cual
será el proyecto para Europa. En otras palabras, la solución de la
crisis se complica cuando esa crisis solo puede resolverse en el
contexto de una política económica neoliberal cortada por un modelo
de marketing de la opinión pública en el que el partido, construido
como una empresa capitalista, manipula y se vende no para el pueblo
ni para el ciudadano, sino para la masa y el consumo de la masa.
Si
las diferencias ideológicas no son relevantes, el panorama es
sombrío. Y lo es porque la afirmación de Rajoy demuestra dos cosas:
una, el cinismo progresivo de unos políticos a los que ya no les
importa afirmar su dependencia directa de los mercados y su
obediencia a los poderes financieros y, otra, la ausencia de
proyecto-y no me refiero solo a las propuestas políticas, sociales o
económicas- que caracteriza su existencia como tal. Porque lo que
falta en todas estas formaciones es precisamente un proyecto, no
meramente social, no meramente económico, sino un proyecto
integral,
en el que la ideología, entendiéndola como fundamento filosófico y
razón profunda del ser de todas las determinaciones en materia
política y gobernabilidad, asiente el valor de una ética política
ausente de la maquinaria política actual.
Como
dice Rajoy, esto no es el siglo XIX. En el siglo XIX existían
proyectos humanos- en el marxismo, por ejemplo, la emancipación del
género humano de los poderes, intereses y dominaciones del hombre
por el hombre, y el dominio progresivo de la naturaleza, con el fin
de explotar todas las potencialidades humanas- y en el siglo XX solo
existen proyectos económicos. Muy directos, muy claros, muy
concretos: aumentar la brecha entre pobres y ricos y saciar los
estómagos insaciables de aquellos que, aprovechando una época
ausente de dirección y significado, engordan su avaricia particular.
En otras palabras, lo que nos dice Rajoy es lo que en el fondo piensa
y conoce muy bien: no hay proyecto real más allá de la política y
economía neoliberal, no hay futuro ni expectativas de mejora en el
género humano más allá del consumo masivo regulado por los
mercados y el sistema capitalista.
En
este contexto, sería irresponsable por nuestra parte exigir
proyectos integrales a partidos que son solo maquinarias de
recolección de votos. Por otra parte, ellos tienen demasiadas cosas
que hacer como para ponerse a pensar en ideologías: salir de una
crisis en un contexto en el que no se pueden tocar las políticas
neoliberales, los salarios y pensiones de los políticos, conservar
el mantenimiento eficiente de las instituciones públicas y seguir
pagando su impuesto a los revolucionarios del mercado
anarcocapitalista. Sí, de la crisis va a ser difícil salir, si es
que queremos conservar los privilegios de políticos y capitalistas
sin escrúpulos.
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