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lunes, noviembre 07, 2011

Rajoy no añora el siglo XIX.


Ayer, en una entrevista realizada a Mariano Rajoy en un canal de televisión muy conocido, el candidato a presidente de gobierno expresó, no sabemos si siendo totalmente consciente de ello, una verdad habitualmente escondida, cuando no negada, por nuestros dirigentes políticos, pero que no puede pasar desapercibida para el conjunto de la población. A la pregunta de si las medidas tomadas por Merkel en Alemania eran de derechas, Rajoy contestó que no. Y a continuación dijo algo así como que las diferencias ideológicas de los partidos en pugna no son esenciales, como en el siglo XIX, por fortuna. Tremenda afirmación. Parece que por extraer lo positivo de esta afirmación Rajoy no se da cuenta de que pone en jaque la legitimidad de los partidos políticos actuales.

Porque minutos antes Rubalcaba hacía otra peligrosa afirmación. A la pregunta de si era de izquierdas, Rubalcaba contestó que sí. Sí, era de izquierdas. Rubalcaba es de izquierdas. El problema es que entre Rubalcaba y Rajoy, Rajoy tiene razón y Rubalcaba miente. Es decir, es mucho más cierta la afirmación de Rajoy: las diferencias ideológicas entre los partidos enfrentados y que se venden como única alternativa seria a la forma de administrar la cosa pública en España, no son esenciales. ¡No son esenciales¡ No lo son.Como decía el 15M, PP y PSOE, la misma mierda son. Rajoy tendría que estar de acuerdo con esta afirmación.

Y es que es verdad que cuando se dice que lo que les viene a nuestros políticos por delante es un marrón muy serio, acentuado por una crisis inevitable que exige, según ellos, medidas serias- esto es, medidas concretas, ni de izquierdas ni de derechas- que hagan posible lo que llama Rubalcaba la competitividad (?) de España frente a gigantes emergentes como la China, India o Brasil. La solución de esta crisis se complica cuando las posibilidades de ejecutar reformas estructurales están determinadas por una política de corte neoliberal en un escenario en el que una serie de países centrales -Alemania y Francia- han decidido por ellos mismos cual será el proyecto para Europa. En otras palabras, la solución de la crisis se complica cuando esa crisis solo puede resolverse en el contexto de una política económica neoliberal cortada por un modelo de marketing de la opinión pública en el que el partido, construido como una empresa capitalista, manipula y se vende no para el pueblo ni para el ciudadano, sino para la masa y el consumo de la masa.

Si las diferencias ideológicas no son relevantes, el panorama es sombrío. Y lo es porque la afirmación de Rajoy demuestra dos cosas: una, el cinismo progresivo de unos políticos a los que ya no les importa afirmar su dependencia directa de los mercados y su obediencia a los poderes financieros y, otra, la ausencia de proyecto-y no me refiero solo a las propuestas políticas, sociales o económicas- que caracteriza su existencia como tal. Porque lo que falta en todas estas formaciones es precisamente un proyecto, no meramente social, no meramente económico, sino un proyecto integral, en el que la ideología, entendiéndola como fundamento filosófico y razón profunda del ser de todas las determinaciones en materia política y gobernabilidad, asiente el valor de una ética política ausente de la maquinaria política actual.

Como dice Rajoy, esto no es el siglo XIX. En el siglo XIX existían proyectos humanos- en el marxismo, por ejemplo, la emancipación del género humano de los poderes, intereses y dominaciones del hombre por el hombre, y el dominio progresivo de la naturaleza, con el fin de explotar todas las potencialidades humanas- y en el siglo XX solo existen proyectos económicos. Muy directos, muy claros, muy concretos: aumentar la brecha entre pobres y ricos y saciar los estómagos insaciables de aquellos que, aprovechando una época ausente de dirección y significado, engordan su avaricia particular. En otras palabras, lo que nos dice Rajoy es lo que en el fondo piensa y conoce muy bien: no hay proyecto real más allá de la política y economía neoliberal, no hay futuro ni expectativas de mejora en el género humano más allá del consumo masivo regulado por los mercados y el sistema capitalista.

En este contexto, sería irresponsable por nuestra parte exigir proyectos integrales a partidos que son solo maquinarias de recolección de votos. Por otra parte, ellos tienen demasiadas cosas que hacer como para ponerse a pensar en ideologías: salir de una crisis en un contexto en el que no se pueden tocar las políticas neoliberales, los salarios y pensiones de los políticos, conservar el mantenimiento eficiente de las instituciones públicas y seguir pagando su impuesto a los revolucionarios del mercado anarcocapitalista. Sí, de la crisis va a ser difícil salir, si es que queremos conservar los privilegios de políticos y capitalistas sin escrúpulos.


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