Como es bien sabido,
para Khun las revoluciones científicas representan una serie de
cambios estructurales tales que los viejos conceptos ya no pueden
convivir con los nuevos. Las revoluciones son entonces como grandes
corrientes que involucran sus elementos constitutivos propios, de
modo que aunque en el nuevo paradigma se conserven algunos conceptos
del paradigma anterior, la corriente revolucionaria impone las suyas
propias de modo que esta no se caracteriza por una sustitución
atómica de elementos individuales, sino por un entramado de
conceptos cuyo 'aire de familia'- por decirlo con palabras de
Wittgenstein- implica la configuración de una constelación, cuyos
elementos se invocan entre sí y mantienen relaciones recíprocas.
Este fenómeno puede extrapolarse de hecho fuera del ámbito de la
historia de la ciencia; por ejemplo, en psicología, la constelación
es un fenómeno que aparentemente se produce cuando estudiamos las
patologías psíquicas. En efecto, categorías de la ciencia
psiquiátrica como 'neurosis' o 'psicosis', son auténticos
entramados de fenómenos que se relacionan entre sí, formando
constelaciones. En el caso de la angustia- o ansiedad-, por ejemplo,
no se produce un único fenómeno mental, sino una constelación de
síntomas que remiten entre sí y de los cuales, a su vez, participan
de otro modo otras patologías. Pero cuando hablamos de la angustia,
hablamos del predominio de una configuración determinada de
fenómenos, cuya jerarquía o intensidad varía cuando la patología
es distinta. Del mismo modo podemos decir que una psicosis
determinada no surge de uno de los elementos aislados que la componen
como tal, sino que ella involucra-y constituye- la relación entre
fenómenos -ideaciones, pensamientos, emociones, etc- muy
determinados que se ponen en contacto entre sí a la vez.
Trasladando
esto a nuestro mundo contemporáneo, y conservando esta definición,
parece entonces que el 'aire de familia' del neoliberalismo
contemporáneo no solo implica la sustitución de un sistema
holístico por otro- una 'revolución' en sentido kuhniano- sino que
ello significa que todos los fenómenos que el sistema toca, quedan
incorporados en él y modificados, re-definidos por él. Aunque es
verdad que viejos conceptos-o mejor dicho, las realidades que
refieren- siguen persistiendo e incluso agudizándose- la lucha de
clases, por ejemplo- pues el sistema no está cerrado, sino que tiene
fisuras y poros- de ahí la necesidad de los términos 'constelación'
y 'aire de familia', el principal problema que parece plantear el
trabajo en el interior del sistema (y contra el sistema) es que el
horizonte de ese trabajo no puede plantearse- y ello porque ese
horizonte está ya de hecho
planteado por el paradigma contemporáneo- y por tanto quien define
los términos, las relaciones y los problemas no son los 'otros', los
subyugados o los 'revolucionarios', sino los que ostentan el poder y
con ello la hegemonía sobre el significado y el entramado de las
relaciones políticas, sociales y simbólicas.
Parece que ese es el
gran obstáculo cuando lo que se pretende es plantear atómicamente
un problema cuya fuerza y raíz residen en el todo organizado como
sistema. La supervivencia del revolucionario queda enfangada en los
márgenes y en los poros, lo cual, por cierto, no es un consuelo. Y
resulta una aberración -cuando no un cinismo inexcusable- hacer de
estos márgenes la tabla de salvación y de transvaloración de la
constelación dominante. Pero tampoco un débil reformismo será de
alguna utilidad contra el poder de la constelación neoliberal. Solo
otra constelación-más fuerte, más atractiva, más ideológica-
podrá desactivar la potencia del Imperio. Esa constelación
existió de hecho, y tuvo un nombre: Unión Soviética. La revolución
no vendrá, pues, de reformas aisladas, como tampoco de actos
individuales subversivos, ni de esperanzas abstractas sobre la
posibilidad de un reformismo progresivo- a la manera en que Marx
imaginaba la transición del capitalismo al socialismo de Estado y de
ahí al comunismo- sino de una auténtica sustitución de paradigmas,
una revolución à la Kuhn que, como es obvio, solo tendrá en los
efectos económicos y políticos su manifestación fenoménica acaso
más superficial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario