El comunismo. Parece en cierto modo
increíble que un fantasma tal, - de fantasma lo tildaba también el propio Marx-
cuya superación conceptual es patrimonio del orgullo de muchos
intelectuales independientes, retorne aquí - aunque el momento crítico lo exige-
y después de tantos sondeos - muchos de ellos, pudriéndose en librerías viejas
de tres al cuarto- cuya "profundidad" y análisis dejarían en ridículo
cualquier vulgar exposición del materialismo histórico. ¿No era todo esto,
dicho en secreto y para nosotros, un sueño de bachilleres que exhibían en su
pecho, con tanta soberbia como ignorancia, aquellas chapas con estrellas, hoces
y martillos?
Claro que para ser
justos, nuestra "madurez" dejó paso a esa pobreza espiritual del
desarraigo, satisfacción abstracta e intelectual que se nutría de la superación
de todos los fantasmas ideológicos. Esto en el plano puramente filosófico y
personal. En el plano real, tampoco hubiéramos creído posible esta
solidificación palmaria del viejo orden burgués capitalista, puesto a sí como
el ÚNICO destino y ruptura de todo sentido y de todo sentido del tiempo: esto
tampoco era esperable. De otro modo, hubiésemos tenido más cuidado antes de
lanzarnos al abismo con los ojos cerrados. En cualquier caso, es evidente que
el marxismo es una cantera de pensamiento: pero este pensamiento no nace, entre
los cerebros brillantes de mi generación, como consecuencia del desarrollo de
las fuerzas productivas ni como derivado individual de una experiencia
colectiva presente: por mi testimonio, el proceso fue inverso, en una sociedad
cuya mejor descripción la ofrece el término "mundo administrado" de
naturaleza frankfurtiana; lo que yo he visto en estos respetables cerebros se
acerca más a las preocupaciones de Walter Benjamin que al espíritu de Lenin, a
la problemática del mesianismo y el nihilismo que a la de la conciencia social
y el deseo de un mundo más justo, a la de un individualismo inquieto y desde
luego insatisfecho que a la de la realidad de un sujeto colectivo consciente y
con capacidad emancipatoria.
Entre estos
cerebros ha cundido más la experiencia del nihilismo y de la muerte que la
esperanza de un mundo sin clases y la revolución previa a ese mundo; pero lo
que emparenta a estos cuatro fenómenos en su aparente diversidad tiene su razón
de ser en la necesidad de una respuesta a un fenómeno común a todos: el
advenimiento de una ÚNICA sociedad que excluye todo mesianismo y exigencia de
vida verdadera más allá de las relaciones de consumo impuestas como moral de
medianía a una sociedad uniformada. ¿Está motivado este pensamiento sobre el
comunismo en una exigencia moral de tipo kantiano o luterano, más que en una
lógica en la que lo individual es solo resultado inmediato de una conciencia
colectiva desarrollada? En cualquier caso, hay que comprender que esta forma de
entender el comunismo nace más de una respuesta a la pregunta de Nietzsche que
a la pregunta de Marx. Pero yo sería injusto si aplicase esta ley a todos los
cerebros brillantes que he conocido. Lo que sucede es que he elegido solo ciertas cabezas de entre todas aquellas que
conozco han meditado sobre este problema, en la medida en que esas cabezas han
captado mejor la situación o el punto actual del desarrollo histórico de
un cierto espíritu- hegeliano, si se quiere- que ha roto desde luego hace
tiempo las leyes de su propia dialéctica y se abisma en el lagar de la
indeterminación ontológica. Por resumirlo, un espíritu que sigue sus propias
huellas sin ocultar ni olvidar lo que quizás haría bien en olvidar, para
beneficio y salud suya. En realidad, esto no es muy distinto de la figura de
ciertos intelectuales de la actualidad.La mayor parte de ellos han dado cuenta
de las huellas incómodas que podrían resultar un obstáculo para su aceptación
incondicional del comunismo. El totalitarismo estalinista es desde luego una de
esas huellas.
Para resumir lo
escrito hasta aquí, podríamos concluir diciendo que el comunismo nace en estos
individuos más como apuesta y respuesta rebelde frente a la administración sin
sentido de un mundo nihilista, capitalista y consumista, en medio de una clase
culta y consciente con cierta seguridad material, que en la atmósfera de una
clase proletaria oprimida y sin acceso a derechos humanos y sociales básicos,
cuya conciencia social hubiera permitido la emergencia y necesidad de una
revolución a gran escala, bien como fenómeno espontáneo de masas (Trotski),
bien como movimiento colectivo guiado por una vanguardia clarividente (Lenin).
Sin embargo, soy de la opinión de que esta crucial diferencia no implica la
destrucción de la legitimidad con la que aquellos hombres y mujeres
postmodernos reclamaron un día la hoz y el martillo como instrumento propio de
lucha frente al Leviatán del capitalismo internacional.
El problema, por
tanto, reside en la respuesta que Nietzsche supone con respecto de Marx. En
muchos sentidos, Nietzsche ha resultado un profeta mucho más certero que Marx.
Y aunque el análisis estándar reúne a Nietzsche y a Marx junto a Freud en el
triángulo de la sospecha, hay verdaderas tensiones entre los dos primeros que
permiten trazar considerables diferencias en las consecuencias últimas de sus
respectivos planteamientos. En primer lugar, Nietzsche, como irreductible
Proteo, es un pensador que ha engullido en su corta existencia múltiples
períodos temporales y los ha machacado con eficacia verdaderamente demoledora,
suficiente para ratificar su aserto de que "ha partido en dos la historia
de la humanidad". Aunque Nietzsche pierde la razón cuarenta años después
de la Comuna de París y aunque no conoce la revolución de 1917, ya percibe la
ilusión del pensamiento científico y de todo mesianismo, cuyo peso en el joven
Marx- un Marx prometeico- es indiscutible. No solo con respecto de la ciencia,
sino con respecto de la historia- y de la historia como ciencia- es Nietzsche
un adelantado frente a Marx. Este aún confía en leyes históricas, mientras
Nietzsche, fiel a su martillo que iguala toda diferencia, ha pasado por el
rodillo toda creencia en el progreso, y reducido toda ley histórica mediante el
martillo fulminante del eterno retorno- aquí hoz y martillo luchan furiosamente
contra el martillazo nietzscheano- ironía y a la vez culmen de toda ciencia y
metafísica, que arruina la ley histórica de la Ilustración progresista al
reducirla a mesianismo lineal judeocristiano. Dicho en otras palabras, para un
intelectual post-nietzscheano, el fervor científico de un Marx debía resultar
"sospechoso"- ¡qué irónico!- sobretodo tras observar el desarrollo
económico de la URSS a lo largo de los años treinta y más allá. Si situáramos a
este intelectual en los años sesenta, entonces encontraríamos a un sujeto que
ya ha podido constatar la profecía de Nietzsche.
La locura de la
razón ilustrada manifestada en su pura esencia en los hornos de Auschwitz. Lo
que se quiebra aquí no es solo la razón ilustrada, sino las posibilidades de
emancipación del género humano.Salvar aquí a Marx -cuando todavía no había
hablado Solzhenitsyn- era una empresa complicada por no decir utópica, en la
que Adorno se dejó la piel y Bloch un canto a la esperanza. La caída del muro
de Berlín y la Unión Soviética hizo el resto. Enarbolar la hoz y el martillo
tras esto ya no era solo utopía, sino ridiculez, algo extemporáneo, propiamente
antimarxista. El último residuo de mesianismo fue llevado a cabo por Benjamin:
su obra ya demuestra una descomposición tal que el comunismo solo podía ser
pensado aquí como collage o impostura, no en vano Warhol o la fotografía podían
ser un síntoma. Pero Benjamin está más cerca de Nietzsche que de Marx. Y
Nietzsche no pasa nunca de moda. Es como si no pudiéramos haber progresado
nunca más allá del sifilítico. Sus preguntas siguen inquietándonos. Todo lo
serio se ha venido abajo y nosotros también somos culpables de ello. Se trata
de un tipo de democracia espiritual que hubiera repugnado a Lenin. No todos los
intelectuales postnietzscheanos aman a Warhol o beben Coca Cola, pero, por
desgracia, la mayoría- es decir, los que no han asumido simple y llanamente el
nihilismo, no intentando ir más lejos, como Jünger- han tapado con
viejos fantasmas- la alta cultura europea, la aristocracia intelectual, etc-
los nuevos agujeros, y esto no se lo cree ya nadie. Mientras el pensamiento
conservador ha reiniciado sus viejos e imposibles ídolos del "valor",
la "religión", o la "moral", inaceptables intelectualmente,
la izquierda intelectual se ha complacido en abstracciones o en el juego con lo
serio. Este pesimismo es el que ha marcado mi generación; tan ridículo debería
ser portar la bandera roja como creer en el arte contemporáneo o tomarse en
serio a un "intelectual",. Ni siquiera el arte, como respuesta al
absurdo de la vida, representa hoy una opción seria, en un mundo en el que,
como dice Enzensberger, la ecuación arte=vida no ha sido demostrada por el arte
surrealista mejor que por la televisión.
La supuesta
superación de los fantasmas ideológicos y las supercherías mesiánicas no ha
consistido en una respuesta coherente por parte de los cerebros
institucionalizados, sino en una huida hacia adelante y sin fin. Forman parte
del circo, son solo síntomas de un proceso social, ideológico y económico que
permanece idéntico- cuando no fortalecido- a través del tiempo y cuya forma
lógica contemporánea es el Imperio del capital a través de la destrucción de
las fronteras y la anulación del poder de los estados. Entre tanto, cabezas
brillantes que podrían ofrecer respuestas, como el esloveno Slavoj Zizek, en
una pirueta dialéctica-nunca mejor dicho!- anuncia su matrimonio con Lady Gaga.
Es la cuadratura del círculo. Un síntoma, como habría dicho el filósofo
lacaniano. ¿Y qué hacer mientras con la hoz y el martillo?
Cesare Pavese
ofreció una vez una hermosa respuesta. Escribió en su diario que "los
intelectuales que están separados del Partido (comunista italiano) por la
cuestión de la libertad deberían preguntarse qué pretenderían hacer con esa
libertad de la que son tan solícitos. Y entonces verían que- quitada la pereza,
quitados los intereses inconfesados de cada uno, vida cómoda, meditación
indeterminada, sadismos elegantes- no hay instancia en la que den respuesta
diferente a la colectiva del Partido". Era el día 10 de Abril de 1946.
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