Desde montañas negras
y cuevas escindidas,
habla el que ocultó
la nuez de su boca
bajo abrojos y maderas;
fue Abraham primero
y luego Lot y los descendientes
de una lengua muy antigua
y loca,
Quienes hablaron
De hechiceros y monedas
y dueños de los bancos
Que fiaron a Lutero,
en el que yace el corazón
hundido y que cavila
en la noche a fin de hacerse
con los cuerpos;
un pobre musita en el mundo
como el niño en el establo
temiendo el arado de su padre,
ovejas magulladas por el sol
y serpientes que se arrastran
sin consuelo,
todo como paja en unos labios
negros que se venden
en los mercados de América
y de Europa
Oh Modernidad y Democracia,
parasoles de los dioses
en búsqueda del oro,
Quienes en abrupta lengua
comen el hilo que da agua
al que no puede sostenerse,
y la puta huye con las medias
que robó en el Vaticano
sobre esfinges y metralla
dadas en limosna,
a un viejo ataúd que aún suspira
por un entierro digno
y una boca que por fin calle
tanta andanza miserable,
que los buitres también están
cansados de tanta basura
y tanta letra,
de tanta sangre escrita
sobre pedestales de esperanza,
cuando solo el insecto
ruge sobre los muslos bellos
y el mandatario oculta
la sangre ajena bajo el voto
de su escaño;
Filo tras filo
creció el ajenjo
y la cabeza se tendió
en el monte:
Uno y uno y otro
perecen y perecen,
como azúcares en cafés
de Montevideo
o de París
o del burdel
que bien conoce
nuestro alcalde,
enfangado como está
en lecturas de Kant
y Dostoievski
y en una moral de aceite
hecha con los lápices
de moribundos,
Oh el viejo rey heleno
o el persa poderoso
que comen de látigos
y de las sobras de los pobres,
como aquellos que ignoran
y amontonan su saber
de paja y de beleño,
porque ya da igual
quién es sabio
y quién es ignorante,
quién el que ofrenda
y el que roba,
uno y todo y lo mismo
balbuciendo al caos
de falos como espigas
Benedicto y su iglesia
y todos los tiranos
y los mártires,
Hiel infecta
donde se pierde la boca,
o donde pierdes tu boca
A manos del imbécil,
Oh sí la lá,
cópulas o cúpulas
o cachuretos encriptados,
Qué importa,
si la sal y el Tetragrámaton
no conocen el vientre
de esta bestia
que gime entre papeles
lo que las órbitas
del universo
no pueden deglutir
con su miserable
polvo encenizado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario