Ha sido motivo de sorna
en las redes pero nada más errado que no tomarse en serio sus
palabras; la frase del sumo sacerdote Iñigo Errejón, 'la hegemonía
se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción
de los sectores laterales', no solo ha de tomarse en serio, sino que
ha servido para inaugurar una conferencia del apóstol más joven de
Podemos con el nombre 'Traduciendo el núcleo irradiador'. Como hemos
dicho, nada de sorna; implica una mutación de lo político hacia lo
teológico que se complementa con las últimas declaraciones de Íñigo
en torno a la necesidad de la mitología en la producción del sujeto
político y de 'multiplicar los Pablos' como reproducción de esa
mitología política.
En realidad, nada hay de
implícitamente 'malo' en el recurso a la teología para producir
relatos emancipatorios. Desde el manifiesto revolucionario de
aquellos jóvenes de Tübingen en los que se afirmaba la
transmutación de la filosofía en teología y de la teología en
filosofía, hasta los desarrollos de la teología de la liberación,
los mitos y los relatos de carácter religioso han servido- a veces-
a tareas emancipatorias. Escuchando a Íñigo parece que éste podría
firmar, junto con Schelling, Hegel y Hölderlin, que “mientras no
hagamos estéticas, es decir, mitológicas, las ideas, ningún
interés tienen para el pueblo”, o que “ un más alto Espíritu,
enviado del cielo, tiene que fundar entre nosotros esta nueva
Religión, la última y más grande obra de la Humanidad”. Y, en
efecto, el cielo ya fue reivindicado como objetivo político por
Pablo Iglesias. Si las palabras y conceptos que utilizamos definen el
territorio de nuestro discurso, lo cierto es que Podemos está
jugando en las fronteras del discurso religioso. Los últimos
escritos de JC Monedero sobre 'amor' y 'espiritualidad' podrían
cerrar el triángulo sagrado: Errejón, Iglesias y Monedero como los
profetas contemporáneos de Tübingen.
La diferencia, sin
embargo, es crucial: aquellos jóvenes estaban eclipsados por el
poder magnético de la Revolución Francesa, que había despertado
después de siglos de opresión a las masas más pobres e iletradas
de toda Francia, les malheureux de Saint-Just. Los jóvenes de
Tübingen habían dicho también en aquel manifiesto que en aquella
época mítica de la liberación de la humanidad, se erradicaría “la
mirada desdeñosa, el ciego temblor del pueblo ante sus sabios y
sacerdotes”. La brecha abierta por las multitudes hambrientas que
espantaban a Hannah Arendt era demasiado grande como para encerrarla
en el comité revolucionario de unos cuantos sabios; la Revolución
Francesa fue puro desbordamiento, una hemorragia abierta en el seno
de la historia universal. Todo ello contrasta duramente con el
palabro utilizado por nuestro moderno Saint-Just. Como
sinónimo del partido de vanguardia, quizá Lenin hubiera aprobado el
título de 'núcleo irradiador'. Pero lo seguro es que lo hubiera
celebrado, en otro sentido y otro plano, mas con una intención
profunda similar, no un revolucionario del XIX ni un bolchevique del
XX, sino un neoplatónico del siglo III.
¿Cómo llegamos,
entonces, a Plotino, desde el discurso de un muchacho joven del siglo
XXI, y discípulo de Laclau? Los caminos del saber son inexpugnables.
Lo cierto es que Plotino ya comprendió la centralidad del Uno, y lo
quiso subrayar con su característica fundamental: como la
trascendencia inexpugnable, como el búnker del que emana todo y al
tiempo al que no se puede acceder sino a través de mediaciones
imperfectas. Es más, para Plotino todo lo que surge en el mundo- las
estrellas, los planetas, las plantas, los animales, la vida, el
espíritu- son emanaciones de esa unidad primigenia y por tanto
derivaciones del Uno-indecible. De un acto de emanación-procesión,
todas las cosas- incluyendo las hipóstasis derivadas, como el nous
y el alma- van desplegándose del Uno-indecible, del núcleo
irradiador ontológico que no podemos mirar de frente, como la luz
del Sol. Pero aquí ya nos hemos perdido a través del devenir de los
siglos, aquí el Círculo se ha transmutado en Triángulo, la unidad
de todos los seres en jerarquía ontológica; solo el filósofo puede
elevarse a la Unidad tras un ejercicio penosísimo, difícil; Plotino
solo lo consiguió en tres ocasiones a lo largo de su vida.
De modo que la
transmutación de la política en teología, de la razón en mito,
era esto. Un núcleo irradiador que ya no puede traducirse en
términos laicos, ni siquiera al modo de vanguardia leninista. Las
bases incultas, que carecen de la luz necesaria que identifica al
'núcleo', son exactamente como los entes materiales de la teología
emanatista de Plotino; deben continuamente despojarse de su
ignorancia y elevarse al núcleo para adquirir el entendimiento
necesario. Se entiende por ello que toda la política en Podemos
renuncie de plano a una democracia radical suficientemente seria,
porque de forma trascendental se ha dictado que hay una diferencia
ontológica entre el núcleo y lo que queda fuera de él. El
círculo se convierte en una espiral, como una galaxia; desde el
centro se irradian los vectores y los vectores regresan al centro
guiados por su magnetismo central. La política ha despegado ya del
suelo y surca los cielos de la teología.
Todo esto no es
necesariamente una crítica negativa a la filosofía que hay detrás
de los creadores de Podemos, sino una hipótesis de lectura a través
de sus expresiones públicas, en las que un filólogo experto sabría
leer perfectamente el otro discurso, el que queda tras ellas. Este
discurso puede comprarse, desde luego, pero al menos, es preciso
saber lo que uno compra. Y este producto ya se aleja -incluso también
aquí- del espíritu revolucionario burgués que caracterizaba a los
autores de Tübingen. La religión laica de los idealistas alemanes
se basaba en la destrucción de toda frontera o diferencia entre
arriba o abajo, entre núcleo y periferia. El saber debía volverse
mitológico- esto es, popular- lo que significaba que también el
filósofo y el sabio debían aprender y escuchar al pueblo. Algo que
no puede existir desde que se postula la idea trascendental de un
núcleo irradiador. Una mitología racional- una razón mitológica-
popular y política se desentiende rápidamente de toda
trascendencia, afirmando el devenir de la inmanencia, la
multiplicidad del sentido o, como dice Althusser, 'saber que todo se
repite y que no existe más que la repetición diferencial'. Una
mitología política de carácter emancipatorio no podrá postular
semejante partición epistemológica entre pueblo y sabios, sino,
como acertaron a decir los de Tübingen, intentará erradicar de una
vez para siempre 'la mirada desdeñosa, el ciego temblor del pueblo
ante sus sacerdotes y sus sabios'.