"Ningún problema tiene solución. Ninguno de nosotros desata el nudo gordiano; todos nosotros o desistimos o lo cortamos. Decidimos bruscamente, con el sentimiento, los problemas de la inteligencia, y lo hacemos o por cansancio de pensar, o por timidez de sacar conclusiones, o por la necesidad absurda de encontrar un apoyo, o por el impulso gregario de regresar a los demás y a la vida.
Como nunca podemos conocer todos los datos de una cuestión, nunca podemos resolverla.
Para llegar a la verdad nos faltan datos suficientes, y procesos intelectuales que agoten la interpretación de esos datos."
(Fernando Pessoa, Libro del desasosiego de Bernardo Soares).
Nunca antes se expuso, de forma tan precisa, rápida y breve, las condiciones trascendentales de la imposibilidad de la filosofía. Ante estas brevísimas sentencias, el imperio majestuoso de la investigación filosófica, con sus ornamentos doctorales y grandilocuentes, se reduce a un gesto inútil, una divagación caprichosa, pero que siempre viola la regla expuesta. Una pequeña referencia que sitúa el universo infinito de la filosofía dentro de su cebo. Caprichos del ser, si se quiere, ironías provechosas que nos inundan de conocimiento ( o de inutilidad, que es lo mismo).